
Air es la última película dirigida por Ben Affleck, quien también aparece en ciertas partes con el concurso del protagonista, Matt Damon y con Viola Davis, Chris Tucker o Jason Bateman dan vida en la gran pantalla a los acontecimientos del fichaje de jugadores de baloncestos conocidos por Nike y a los años 80 y la competencia de ciertas empresas multinacionales para hacerse con la imagen de Michael Jordan.
La historia es bien conocida y está ambientada con un “Grandes éxitos” de canciones de los 80, puestas casi a “capón” mientras se desarrollan los remanidos acontecimientos. Un grupo de valientes en una empresa que domina “sólo” el 17% del sector de la industria textil de USA -pobrecillos- se enfrentan a unas macro corporaciones como ellos, digamos que se llaman Converse y Adidas. No olvidemos que Nike, de ello se encarga la película, “sólamente” convencía a los atletas. Reitero, ¡Pobrecillos!
Así las cosas la película se la echa a la espalda un veterano y panzón, por demanda del guion, Matt Damon que se mete en el papel de un funcionario empresarial que persigue a jóvenes estrellas del baloncesto para ficharlo para su sello y que se las ve con la prestigiosa Viola Davis, que interpreta a la matriarca de los Jordan. El personaje de Damon, en un golpe de inspiración, se obsesiona con la imagen de Michael Jordan para sus colores de Nike. La lucha entre corporaciones -como en el mundo de la empresa- solamente consiste en una puja, y de eso va Air. En la película, el diseño de una zapatilla es narrado como una gesta épica, como si a la subida de un niño de 10 años al Everest. De resto, hombres de negocios, despiadados y caricaturescos representantes y matria desaforada de deportistas.
A lo que voy, el desarrollo de los acontecimientos que nos cuentan en Air no son nada del otro jueves. Todo podía ser definido en diferentes reuniones y en algunos discursos con apasionamiento extremo. La película te sumerge en la ética propia del empresario “hecho a sí mismo”, el autónomo que se arriesga y todo ello con sepultado con un extraordinario puñado de canciones altamente conocidas de aquella etapa de la vida, por supuesto coronado todo con el Born in the USA de Bruce Springteen.
El caso es que no vemos la necesidad de tal despliegue para tal historia. Hasta la máxima cotidianidad puede ser objeto de un trabajo audiovisual de altura pero es que el metraje de apenas 112 minutos se nos antojan largos para lo que se está contando. Para colmo, el director y al mismo tiempo actor, Ben Affleck nos parece verdaderamente fuera de sí como estrafalario magnate. El señor Nike cree en su gente, se arriesga y triunfa. El sueño de Henry Ford contado nuevamente, como si nunca se hubiera plasmado el gran efluvio de las victorias empresariales de ese país. El riesgo, el sudor. Esa es la película. Técnicamente como director, Affleck cumple, con algún plano contra plano que tampoco es que nos apasionase.
En definitiva, Air es una película prescrita para los amantes de las luchas empresariales de prica y de puja. Yo diría que ni siquiera para los amantes del deporte de la canasta, pues las escenas de deporte son bastante mínimas. Ya nos hubiera gustado ver el crecimiento de la persona, del deportista, de Michael Jordan. Esto sí lo vimos en El último baile que, a propósito, no deja del todo muy bien a la estrella de los Bulls. En ese sentido, la película vale porque se apoya en este atleta porque si se hubiera tratado de otro producto, la importancia de los hechos narrados se reducirían considerablemente.
Disfrutada en una sala de cine, como sólo así se debe tomar el séptimo arte.
Foto: promocional de la película de Air.