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Oppenheimer es el nuevo blockbuster del verano, la nueva propuesta de Christopher Nolan para el estío. Nolan regresaba a la palestra después de una película como Tenet, en la que fue de nuevo acusado de pretensioso, más bien de megalómano en la pantalla.
Vuelve, como indico, con una historia en principio más intimista, un biopic, una vida que lejos de ser ejemplar fue paradigmática de un momento de la historia duro, muy duro. Con Oppenheimer como trasfondo, Nolan nos hace pasear por los entresijos políticos del siglo XX y por las comisiones que acaban siendo la vergüenza de USA como país. Todos los países tienen acciones que esconder debajo de la alfombra, y es el caso de estas comisiones de la persecución de ciudadanos libres sólo por sus ideologías. McCarthy, con varios más, y su cacería de brujas.
Hace más de 70 años, el físico J. Robert Oppenheimer pronunció la sentencia lapidaria que lo definiría y que también comprendería de manera sintética la escalada bélica que sería una realidad en la misma Segunda Guerra Mundial y en adelante, periodo que se llamaría la guerra fría. “Me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”, rotunda frase que proviene del texto sagrado hindú Bhagavad-Gita. Ahí había una película, o varias, está claro.
En esta película, Nolan tira de oficio. De mucho conocimiento del comportamiento del cine y huye del cine efectista para desarrollar una historia no carente de formas pero ideal desde el punto de vista de guion y actoral. Como saben ustedes, es de esa manera en la que se sostiene una buena película. El director nos mete en una historia que dura 3 horas que además se hacen cortas, contra todo pronóstico. Abundancia de planos contra planos, exceso de información que va detallando cada uno de los tres planos temporales en los que se desarrolla la cinta. Hemos escrito sobre el exceso de metraje en alguna ocasión del cine actual, sin embargo en Oppenheimer va bien.
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El reparto es sencilla y llanamente exquisito y extenso. Es tan extenso, de hecho, que nombrarlos a todos es misión imposible. Por supuesto brilla el protagonista fundamental Cilian Murphy, pero es imposible no destacar el trabajo de muchos actores que hacen de esta película, también sin que fuera previsible, un trabajo al final coral. Matt Damon, Emily Blunt, Florence Pugh, Robert Downey Jr. y papeles más pequeños pero importantes como Rami Malek, Jack Quaid, Kenneth Branagh o Benny Sadfie, verdaderamente destacables. Mención especial merece uno de nuestros actores perdidos de vista, Matthew Modine que desde luego fue una grata sorpresa.
Desde el punto de vista técnico el sonido es también protagonista, ya sea con la magnífica banda sonora de Ludwig Göransson como en el sonido incidental. Göransson huye del estilo de Hans Zimmer hasta cierto punto, en ocasiones es excesivamente protagonista pero no tanto como su predecesor.
El sonido lleva acabo una tensión necesaria entre los planos y contra planos. A pesar de lo que pudiera parecer, Oppenheimer no es una película de grandes escenarios. No se muestra la Segunda Guerra Mundial, ni si quiera hay grandes muestras de las caídas de las bombas en Hiroshima y Nagasaki, que nos imaginamos que hubiera sido una gran tentación visual. Es una decisión artística que ahorra metraje y que en este caso está más que vista y contada en otras películas del estilo y del tema.
Más allá de la grandilocuencia que es administrada de manera sabia, la película recurre a lugares cerrados. Alguna casa, algún pueblo perdido en el desierto norteamericano en donde se desarrolló el proyecto Manhattan y la prueba Trinity, aulas de universidades y comisiones de Gobierno copan los escenarios de la cinta. Nolan, de esta manera, rueda en ocasiones una suerte de «12 hombres sin piedad» (Sidney Lumet, 1957), dando fuerza a los personajes a través del guion. Tira de imaginación para explicarle de manera llana al público lo que sucede en la bomba atómica y su diferencia con el proyecto de la temible bomba H. El guion también nos regala unos interesantes encuentros de algunos de los físicos más geniales del siglo XX. Al respecto, por ejemplo, el encuentro Einstein – Oppenheimer fue real. O de alguna u otra manera la presencia de Heisenberg, Edward Teller, Ernest Lawrence, Niels Bohr, Enrico Fermi o Richard Feynman, entre otros.
¿Pudo haber más ciencia en Oppenheimer? Es posible, pero era mucha -ya demasiada- tela que cortar. El guion tenía que pensionar a un público del que se estaba tirando demasiado.
Oppenheimer, mujeriego y progresista, es calcado de manera obsesiva por el realizador. Oppenheimer es también un blanco fácil de las autoridades, un colaborador con el Partido Comunista de la época anterior de la gran guerra y un donante para la causa republicana española. Las tres horas responden a tres fases que se van entrelazando de manera mágica y precisa.
En conclusión y porque no queremos atosigar a nuestro querido lector, Oppenheimer es una película que atrapa en tentáculos más de letra que visuales. Oppenheimer puede alegrarte el día y desde luego ya va a pertenecer a esa colección de películas que ha hecho de Nolan un director a estudiar. Nolan retoma la vía realista e histórica después de películas como Tenet y nos expone un nuevo eslabón en la cadena de Dunkerque ¿Será que lo disfrutamos más en este cometido? ¿Será que la ciencia ficción ya se le hace corta? Podemos considerar que es más bien otro camino, probablemente en paralelo.
Además queremos señalar nuestra alegría al conocer la taquilla de esta película. Nolan vuelve a brillar otra vez en números, combatiendo con el fenómeno de Barbie, lo cual es de aplaudir. De la misma manera nos congratulamos de la vuelta del público a las salas de manera masiva. La gente es capaz de salir y de festejar una fiesta consistente en disfrutar del cine en el cine, como siempre hemos apostado.
Robert Downey Jr.
Robert Downey Jr. cuaja un sensacional papel, hasta cierto punto parecido al que ya hizo en la película biográfica de Chaplin. Y nos recuerda a un actor patrio de manera sublime. Se nos quedaría en el tintero conocer si se inspiró en este simpar artista español, pero esa es otra historia.
Foto: promocional de la película Oppenheimer de Chistopher Nolan.