
David Gilmour: Live at Circus Maximus, Rome, crítica de Adrián Gómez dedicada especialmente a Ruymán Hernández, recientemente fallecido. Desde Canción a quemarropa nos sumamos a su tributo.
¿A quién quieres más? ¿a mamá o a papá? Gran disyuntiva a la que se enfrentan los fans de Pink Floyd, con los diferentes lanzamientos de sus cabezas visibles: Roger Waters y David Gilmour. Efectivamente, porque tras el estreno en cines del This is not a drill, el directo del primero en Praga, impregnado de cierto aroma de despedida (y ya comentado » a quemarropa»), se le une este regreso del segundo a Italia, cual gladiador, y tras sus incursiones Floydianas (con y sin Rogelio) en Pompeya y Venecia ( 1972 y 1989, respectivamente).
No nos olvidamos del retorno del guitarrista al mítico anfiteatro en 2016, en la gira de Ratter than Locke, y que un servidor reseñó en otro medio. Aquí tenemos un soundcheck y diversas entrevistas como introducción, hasta que la noche cae. El circo en silencio, mientras atisbamos la silueta de un gato, el mismo que luce nuestro hombre en su telecaster (¿homenaje a El Furor del Dragón?). 5.A.M es el instrumental que abre el recital, seguido (obviamente) de Black Cat. Luck and Strange, título homónimo, pone a la platea en situación. Se descuelga la Gibson Les Paul, para enfundarse su sempiterna Fender, mientras suena Speak to Me.
Y ya la audiencia estalla. Gilmour no da respiro ( Breathe) ni tiempo (Time) para descargar el inicio del disco más popular de la banda madre; el legendario The Dark Side of the Moon(1973) Luego nos regala la bellísima Fat Old Sun, exprimiendo leche de la vaca de Atom Heart Mother (1970). Extraordinaria pieza acústica, con una coda eléctrica final estratosférica. Es el primer subidón de la noche, pero no el último. Marooned es el primer título que rescata de The Division Bell (1994), último disco oficial de la banda, que al fin y al cabo, viene a ser un disco suyo, con las aportaciones de NIck Mason y su amigo, el finado Richard Wright. Caerán mas temas de la campana divisoria (la soberbia High Hopes, A Great Day for Freedom, o Coming Back to the Life), circunstancia que aprovecha para agradecer los textos, el apoyo y el amor de su esposa Polly Samson, poetisa y mano derecha de su carrera en solitario.
Pero no sólo de nostalgia vive el músico. Tras la coreada multitudinariamente Wish You Were Here, es momento de Vita Brevis y de Between Two Points, con la participación de su hija Romany Gilmour, en la voz y en el arpa. El nepotismo aquí está fundamentado (que aprendan otros), pues el talento es indudable. Y así, tras albergar altas esperanzas, acaba el primer bloque.
The Piper,s Call, In Any Tongue, A Boat Lies Waiting, Dark and Velvet Nights, Sings o Scattered, glosan el segundo set, dando mayor protagonismo al último trabajo, y a la banda que le acompaña; desde el inseparable Guy Pratt al bajo, hasta el inmortal Gregg Phillinganes , compañero a los teclados de Eric Clapton en los 80, pasando por las Webb Sisters (bautizadas así por Leonard Cohen), a los coros.
Se echa de menos al baterista Steve Gadd (Paul Simon, Clapton) que intervino en la grabación en el estudio. Una pena. Y si éste segundo menú comenzaba con la goriosa, etérea y atmosférica Sorrow, de The Momentary Lapse of Reason (1987) aquí el bis es Comfortably Numb, realzada fieramente con uno de los mejores solos a las seis cuerdas de la historia del Rock. Única concesión a The Wall (1979).
Un himno, genialidad, todo sea dicho, del ideólogo del cuarteto original, pero que sin la voz ni la guitarra de David no sería nada. Un lujo. Un show para la historia (y van unos cuantos). Si acaso se echaron de menos Echoes, Shine On You Crazy Diamond, y otros hits que el artista ya advirtió de antemano, que no tocaría en la gira, caso de Money o Another Brick in The Wall. O la preciosa y reciente Yes, I Have Ghosts. Pero ha sido una velada donde no ha habido sangre en la arena, pero si mucha magia . No dejen de asistir, pulgares arriba mediante
Texto: Adrián Gómez
Foto: promocional