
Se ha marchado hoy el único hombre al que le he perdonado lucir un collar bajo una camisa desabrochada y pelo en pecho…eso sólo lo podía hacer él: Robert Redford. El rubio discreto, el guaperas sin esfuerzo, el defensor de la naturaleza, el fundador del Festival de Cine Independiente de Sundance, el director de «Gente Corriente», por la que ganó la estatuilla dorada hollywoodiense
. El seductor que sedujo a Jane Fonda en, «Descalzos en el parque», a Faye Dunaway en, «Los tres días del Cóndor», a Barbra Streisand en, «Tal como éramos», a Mia Farrow en, «El Gran Gatsby», a Meryl Streep en, «Memorias de África», a Kristin Scott Thomas en, «El hombre que susurraba a los caballos», a Natalie Wood en, «Propiedad Condenada» o a Lena Olin en «Havana». Estados Unidos nunca tuvo un candidato a la presidencia más apuesto que él, en la película del mismo nombre, «El candidato».
Tampoco nadie como él supo dar un golpe en la gran pantalla junto a Paul Newman, para «El golpe». Redford no lograba hacer el ridículo ni siquiera ataviado con aquel traje de colorines y luces que osó llevar para interpretar al «Jinete eléctrico», ni siquiera cuando se dejó barba de un par de meses para irse a las montañas a vivir aventuras como «Jeremías Johnson».
Quien les escribe lo conoció a través de un televisor ochentero que por aquel entonces sólo contaba con dos canales, y hace ya algunos meses, tuve la oportunidad de volver a verlo en una de mis películas favoritas setenteras, «Todos los hombres del presidente», que desde aquí recomiendo ver a quienes echen de menos el cine de calidad extra. Se ha ido en silencio, sin hacer ruido, como lo hacen los más grandes y humildes a la vez, pero menudo legado nos dejas paseándote con un simple par de vaqueros, bufanda y botas western. Las próximas generaciones tienen en él un referente para tomar nota.
Descanse en paz, Robert Redford.
Texto: Raquel Ramos
Foto: promocional (Robert Redford)