Redaccion 
Falleció a los 69 años Carlos Real, baterista de la histórica formación tinerfeña El Eructo del Bisonte, una de las bandas más singulares y recordadas del rock canario de finales de los años setenta. Su muerte supone un golpe para quienes vivieron aquella época en la que un grupo de jóvenes isleños decidió abrirse paso en un panorama musical marcado por la distancia geográfica y la falta de industria, pero lleno de talento y determinación.
Según declaraciones que hemos cosechar en esta redacción de Canción a quemarropa, el fallecimiento estuvo relacionado con alguna enfermedad previa pero que tuvo causas naturales y que fue encontrado muerto el lunes en su domicilio pero que los hechos parece que se produjeron el domingo por la noche.
El Eructo del Bisonte nació en 1976 en el barrio de La Paz, en Santa Cruz de Tenerife, con Carlos Real al frente de la batería junto a Óscar Santana, Tomás Pacheco y Dany Pacheco. Dos años después grabaron en los estudios Sonoland de Madrid su primer y único LP homónimo, una obra que, aunque no alcanzó gran repercusión nacional, dejó una huella profunda en Canarias. Canciones como “Kiosko de la Paz”, “Mar de nubes” o “Rock & Roll nada más” se convirtieron en himnos generacionales, retratos sonoros de una juventud que buscaba expresarse desde un territorio habitualmente alejado de los circuitos del rock estatal.
La aportación de Carlos Real fue decisiva para el sonido del grupo. Su batería, sólida y directa, dotaba a las composiciones de una base rítmica que combinaba energía y precisión. No era un músico dado a los excesos, sino a la contundencia exacta, a la pulsación que sostenía cada estribillo y hacía avanzar cada tema con una identidad inconfundible. Su forma de tocar ayudó a definir el carácter del rock isleño en un momento en que el género apenas comenzaba a abrirse paso.
Con el paso a la década de los ochenta, la banda adoptó el nombre de Palmera y se orientó hacia un pop-rock más accesible, alcanzando mayor proyección en el panorama nacional. Aun así, para muchos seguidores y estudiosos de la música canaria, la etapa de El Eructo del Bisonte continúa siendo la más emblemática: la chispa inicial, el impulso creativo que marcaría un antes y un después en la historia del rock hecho en las islas.
La noticia del fallecimiento de Carlos Real reaviva el recuerdo de aquella escena efervescente y de un músico que, desde la discreción y el talento, contribuyó a construir una identidad sonora propia. Su legado permanece en el disco de 1978, en la memoria colectiva de varias generaciones y en la influencia que su labor dejó en bandas posteriores. Hoy, Canarias pierde a uno de los protagonistas de su despertar musical. Queda su ritmo, todavía vivo en cada escucha, como un testimonio imborrable de una época irrepetible.
Foto: promocional de El Eructo del Bisonte.
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