Es increíble como se adhiere el tiempo al mito del moderno Prometeo, también conocido por el nombre de la familia que engendró al monstruo, Frankenstein y el último que ha querido darle vida al amasijo de carne que cobra vida es el director de origen mexicano Guillermo del Toro (Guadalajara, 1964) y todo esto a través del sello Netflix. Tras un fugaz paso y obligatorio por las salas de cine -para probablemente optar a los Oscars de la Academia- ya está a disposición a un click o a un botón de ser degustado.
Nadie podría hacer pensar a su creadora, Mary Shelley que su monstruo se infiltrase vivito y coleando en pleno siglo XXI con el vigor con el que lo está haciendo. La novela, esencia de lo gótico y romántico, publicada el 1818 (s. XIX) consigue atrapar a legiones de lectores, quizás aupados por la gran cantidad de traducciones al cine que se han hecho. Atrás queda la encarnación del personaje de Boris Karloff, actuación que quedó para los anales de la Historia y su “pique” con otros actores del fantástico de la época y la más conocida, probablemente, con Béla Lugosi.
En el caso de la adaptación de Guillermo del Toro, el director sabe armarse de un casting curioso y que cumple y va despojando al monstruo de sus gestos animales y con una sensación buenista, va poco a poco haciéndolo más humano que los humanos. El hombre bueno por naturaleza flota por todo el arco del film. El objetivo está claro: el monstruo no es el que se sospecha al comienzo de la cinta. Quizás un poco maniqueo pero el resultado, cargando la tinta en lo paranormal, es tremendamente estético y único dentro de la cartelera actual. El espectador se sumerge en una suerte de amasijo de CGI pero que logra el efectismo adecuado: disfrutar nuevamente de las aventuras del “monstruo” y su doctor y creador. Expulsado por la sociedad por su falta de belleza externa es el amor quien vence y lo redime.
El casting está protagonizado por Oscar Isaac (el doctor), por Christoph Waltz (el financiero) y Jacob Elordi (como la criatura que no tiene nombre) y se completa de manera efectivo con actores de la categoría de Charles Dance (como padre del doctor), Felix Kammerer y Mia Goth (hermano y hermana respectivamente del doctor) y he de decir que cumple y es efectivo. Desde el punto de vista de la iluminación y del decorado, todo está a la disposición de la historia de manera brillante. Del Toro le ha cogido el punto a su equipo y sabe llevarlo a donde quiere. Del Toro, estético. Quizás, y por decirlo todo, la música inunda excesivamente la primera parte del film siendo un tanto intrusiva.
De manera inteligente, el guion sitúa en la teoría del Doctor Frankenstein y luego en la versión complementaria del monstruo, haciendo hilvanar la historia y siendo una confesión que coincide. Del Toro ha sabido sacar cuestiones de la novela que podrían haber sido bastante torpes en cámara y ha cogido la directa para contar la historia. Dicho lo cual, quizás el metraje pudiera haber sido más directo, y se podría haber quedado en dos horas y no hubiera pasado nada. Para nuestro punto de vista personal, hay un momento del trabajo que en ocasiones es un tanto embrollada y ahí pudo aparecer la tijera. Sin embargo, esto puede ser un ejercicio desde la comodidad de nuestra silla y sin la presión de firmar una obra de arte, naturalmente.
El nuevo Frankenstein es el hijo de Guillermo del Toro, el director mejicano siempre ha demostrado estar interesado en lo fantástico y en lo paranormal. Era cuestión de tiempo que se acercara a este mito moderno como en alguna vez coqueteó recordamos con Drácula (La invención de Cronos, 1992). Los clásicos son así, no suelen defraudar si uno no baila excesivamente la sardana y se limita a las cosas que deben de ser. Aquel monstruo que el cine clásico encumbró con aquella niña que moría a sus manos en un río, en la orilla, ya no está por aquí. Esto es otra fuente, otra discreta acción.
Frankenstein sigue encantando a cualquiera que se acerca a su tétrica orilla. Frankenstein sigue contando con presupuesto, con tirón y con un cast de actores interesantes que cumplen el cometido. Y por si esto fuera poco, la estética del entorno hace el resto. Ora comiendo del personaje solitario del desierto de Lawrence de Arabia, Ora intrigando con una familia rica que se desmorona gracias a la acción de la vida. Sea como fuere, ahí está el mito, lo que no existe, lo que permanece ya como el sentido global de la sociedad que inventa novelas para entretenimiento y diversión y el regocijo de verlas plasmadas en el cine, que no es poco.
En conclusión, en términos generales estupenda pieza audiovisual en la que Guillermo del Toro ahonda en lo místico y en la ciencia ficción, con algunos matices. Quizás tiene un guion que abusa del buenismo y del personaje «bueno por naturaleza» pero aún así aprovechable y lista para disfrutar.
Una pena en nuestro caso no haberla podido ver en pantalla grande, eso sí.
Foto: promocional (fotograma)





