Satisfactoria en términos generales nueva versión y visión en película de lo sucedido en los juicios de Nuremberg, como una suerte de génesis y precedente más claro de la Corte Penal Internacional ya acabada la II Guerra Mundial, para ajusticiar a algunos de los jerarcas nazis. Las potencias “vencedoras” se reúnen en esa importante ciudad para el régimen para pasarle factura judicial en vez de recurrir a la tremenda y acudir a un ajusticiamiento sumario. El juicio era por otra parte, también flota esa sensación en la película, la crónica de un veredicto anunciado con anterioridad. Los fiscales de varios países tienen en sí su responsabilidad de parecer una acusación seria y objetiva por lo menos teóricamente.
En esta nueva cinta hay un dúo protagonista que sobresale por motivos obvios e incluso por tiempo en pantalla, nos estamos refiriendo a Rami Malek y a Russell Crowe, con desigual resultado, y también cuenta con una interesante nómina de exquisitos secundarios (en este caso todos bien). Esta nueva versión está dirigida y escrita por James Vanderbilt y está basada en el libro de Jack El-Hai, El nazi y el psiquiatra.
Desde ese punto de vista, el caballo de Troya hacía la historia es el psiquiatra que encarna Rami Malek (Douglas Kelley). Sin embargo, a pesar de que se torna como protagonista, Crowe vuelve por la puerta grande a la gran pantalla después de algún paso en falso en su carrera. El comandante Máximo Décimo Meridio se enfunda en el traje del chovinista y narcisista, adicto a la morfina, Hermann Göring, segundo nombre del Reich alemán y fiel escudero del Führer.
Así las cosas, la película se centra en el psiquiatra y se esfuerza en enseñarnos su visión de lo sucedido y entonces es cuando el papel de Rami Malek se torna fundamental. Sin embargo, Malek es el punto flojo de la peli a nuestro humilde juicio y es una lástima. Momento tras otro sigue impasible e hierático su habitual cara sin flexibildad ninguna. Ora atendiendo al jerarca nazi ora siendo tierno con la hija del monstruo, sigue con la misma cara de Freddie Mercury de Queen que hemos conocido casi todos. Dicho lo cual, el fuerte actoral y como ya hemos desprendido en esta crítica, reside en Russell Crowe que se cree y hace creer el personaje. Desde el primer fotograma al último, el de Nueva Zelanda florece como una planta en el asfalto, fuerte e irrebatible. De hecho, el trato de Crowe del personaje salva el día. Es el tesorito de la cinta.
Al margen de estas consideraciones y también generalizando, el enfoque psicológico de la película engancha ¿Por qué ese apacible hombre sesentón y -digamos claro- bonachón, buen padre de familia y preocupado por los suyos ha llegado a ser cómplice de uno de los régimen más denostados de la Historia? Y poco a poco va a saliendo a la luz el verdadero rostro del personaje hasta el estallido final. Ese es el gran fuerte de la película y la razón por la cual te engancha. De todos modos, tampoco es que no haya ninguna espina en el rosal.
En algún momento en la trama se introduce el drama de un alemán judío residente en USA, que se ha encaramado en esa posición del ejército americano al que cualquier vengativo le gustaría estar y ahí la historia pierde un tanto. Un largo diálogo que podría haber sido abreviado y con un fondo difuminado que da la sensación de que ha sido grabado en estudio e hipertratado a través de la post producción.
Salvando eso, el metraje es nuevamente largo (la friolera de 148 minutos) lo que es un triste factor habitual ya en las películas de Hollywood y en ocasiones la trama está un tanto alargada. Es de menester nombrar a los soberbios actores secundarios que como en el caso de Leo Woodall son fundamentales para hacer avanzar la trama. También brillan John Slattery, Mark O’Brien, Richard E. Grant, Michael Shannon, Colin Hanks, Wrenn Schmidt y Lotte Verbeek.
En definitiva, grises y sombras y un papel que gana por tablas el día para el buen cine, la del veterano de guerra Russell Crowe. Las imágenes reales de lo sucedido en los Campos de concentración también son momentos que raramente se olvidarán salvo que hagamos caso omiso a la Historia con la triste e increíble sentencia: repetirla.
Fotograma de la película





