El tiempo es una sucesión de estampas inevitable y puede con todo. Con todo, e incluso con proyectos de radio tan sólidos como el que dirigía hasta la noche de ayer, Manolo H. H., «La noche menos pensada» que antes fue, «De la noche al día» siempre con un escudero de excepción: el cantautor Javier Bergia. Radio Nacional de España presentó en la mañana de hoy la nueva programación e imagen corporativa. Programación que no incluye este espacio radiofónico que había aliñado, desde hace doce años, a los sonámbulos radioyentes.
El programa se basaba en una variedad de temas que oscilaba entre la cultura clásica, la prevención médica, la música e incluso la poesía y constituía un valor cultural en la madrugada. ¡Ya no! pero el dial continuará. En ese sentido, a Manolo, que se despidió ayer haciendo alusión a una serie de enemigos, lo vamos a echar de menos.
Desde Canción a quemarropa saludamos cordialmente a todo el equipo que hizo posible tal unión de buen gusto y que captaba nuestras atenciones. En este blog nos hace ilusión rescatar algunas de las pinceladas propias de colaboradores y trabajadores de estos 12 años de horas de radio:
«Nuestra vida es una sucesión de despedidas. Desde el nacimiento hasta la muerte cada conquista tiene su atardecer, la aurora de las promesas se vuelven muerto resplandor y no hay luz de sueño que no se apague dejando huérfano el corazón. Todo desde el principio abraza su final. Mientras con una de nuestras manos abrimos la ventana de la ilusión, con otra enterramos la llama pura de su misterio. Pronunciamos un nombre y su horizonte se hunde en la quietud opaca del olvido. Decimos «si» y dejamos abierta la grieta del «no». Inauguramos con la mirada un paisaje y su lumbre pasa por el recuerdo. Abrazamos un cuerpo y sentimos el engaño de un instante que es eterno. En cada uno de nuestros pasos hay una sombra que nos acompaña con su herida, por eso regresamos sin tener nunca territorio. Todo es despedida. Una copa se alza y la espuma de lo que no fue nos salpica. Se entrecruzan dos miradas y cada una se abrasa solitaria. Viajamos juntos y entre amaneceres y aeropuertos nos van separando invisibles fronteras. Todo es despedida. El pasillo de nuestra infancia se vuelve con los años rescoldo de delantal materno y bicicleta rota. El primer amor prolonga su adiós o tristeza como la cola de una cometa por el cielo de nuestra vida. El triunfo que, un momento, nos deja sin pasado ni futuro, nos revela de madrugada su soledad de fondo. El dinero aplaza entre brumas de rostros comprados el acantilado sólo que luego nos espera suspendido en el vacío. Todo es despedida. Hasta el sueño esta rayado por las agujas de la realidad. Y los deseos nacen con las alas ya quemadas. Una procesión humana lenta se borra en todo lo que amo y desde el otro lado nos hace señales. Callados la seguimos mientras aun volvemos la vista buscando las cenizas de nuestro antiguo ser. Una música dulce entonces nos responde antes de que en un ultimo gesto doblemos también la esquina.»
Javier Lostalé.
«La rosa inclinada.»
Javier Bergia – Cedaceros 4 (CD: Cedaceros 4 2007).
Niña que del pasado infinito despiertas
La esperanza que curó una vieja herida de amor,
De aquellas primaveras en el Parque de El Retiro.
Cómplice del tiempo
Cedaceros cuatro, mármol negro sobre el comodín,
impasible el alemán, la memoria heredada.
La puerta se cerró y hasta siempre Madrid: razón portería.
Una copa de coñac y el perfume de un amor,
Por la calle de Alcalá tu risa fácil,
firmamente burlesca,
tras el cristal empañado del café de Lyon.
Que nostalgia recordar que proeza fué tallar
tu nombre en el frágil ascensor de subir y no bajar al cielo.
Y el poeta del tercero que no pudo mitigar la melancolía,
y un otoño sin perfil,
una bala atravesó el silencio del oscuro salón de caoba
y cafetín del círculo…
Y ahora cuando contra un árbol la luna
se desentiende de las sombras
y a la noche le asalta la madrugada.
Me despierta imponente, el deseo nublado de aquél beso imposible.
En mitad de las olas sueño envejecer de mentira
y atrapado en un suspiro veo los dias pasar.
Y pregunto a la gente
si te han visto volver preguntando por mi.
Niña que del pasado infinito despiertas
La esperanza que curó una vieja herida de amor,
De aquellas primaveras en el Parque de El Retiro.
Cómplice del tiempo.
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