Foto: Ernest Withers – Texto: Francisco Hernández. Los protosuicidas jugadores de ruleta rusa han sigo siempre personajes literarios o cinematográficos. Rara vez, por no decir nunca, en la páginas de sucesos de los periódicos nos hemos topado ni creo que nos vayamos a topar con la crónica de una muerte como resultado del «juego» de la ruleta rusa. Lo que sí podría ocurrir, por ejemplo, es que a raíz del informe policial de una muerte violenta por descerrajamiento de cráneo, el sabueso firmante de turno escriba que el individuo en cuestión se levantó la tapa de los sesos porque estaba jugando a la ruleta rusa. Y esto precisamente es lo que se ha venido escribiendo y dándose por cierto, aun hoy, sobre la muerte de Johnny Ace.
Según esta leyenda estando John Marshall Alexander Jr., Johnny Ace para su legión de fans de los estados sureños, en el camerino del City Auditoriun de Houston, en un descanso de la actuación que tenía en la noche del 25 de diciembre de 1954, jugando a «eso», pasó a ocupar su lugar en la historia de la música, «está enterrado» en el panteón de los cantantes que murieron jóvenes y dejaron un bonito cadáver. Claro, menos conocidos que otros porque no era blanco, que si no, Holliwood ya habría hecho más de cuatro películas, por lo menos.
A lo que vamos, me parece a mí que aunque sea el menos común de los sentidos, es de sentido común, como poco, poner en duda el relato de que en un descanso de una de sus actuaciones, un artista como Johnny Ace, por muy alocado y botarate que fuera, que lo era, le diera por ponerse a jugar a la ruleta rusa. Ni que chiquita frustración le tuvo que entrar al «nota» por un mala actuación aquella noche, quizá le llevará a pensar en medio del escenario y es una suposición: «vaya mierda de actuación me está saliendo, estoy mosqueado, cuando llegue al camerino me busco a un loqueta como yo y nos ponemos a jugar a la ruleta rusa», ¡ala!
Johnny Ace se disparó en la cabeza con su pistola después de haber estado apuntando a los que estaban con él aquella noche en el camerino del auditorio de Houston, incluido a su novia Olivia Gibbs. La declaración a la policía de Big Mama Thornton, que compartía escenario con Ace y que estuvo presente en ese camerino cuando el ídolo de adolescentes afroamericanas sureñas se mandó el mismo a criar malvas, es la versión que se da como más acertada de la muerte de Johnny Ace. Según esta versión, el suceso se puede resumir, más o menos así:
Big Mama: «Johnny deja esa pistola, vas a herir a alguien»
Johnny Ace: «La pistola está descargada, mira»
El black «crooner» agarra la pipa, la mira, se apunta en la sien y ¡catapun! adios.
Pues eso, nanay de ruleta rusa, la de Johnny Ace fue la típica muerte del que tiene una pistola, se pone a jugar con ella y al final pasa lo que pasa. Todo ello a pesar de la advertencia de Big Mama, otra usuaria de estos «juguetitos», aunque como es sabido y es general en las mujeres, mucho más madura que la mayoría de los hombres y más madura todavía que nuestro protagonista que siguió manoseando y jugueteando con el arma incluso después de que Big Mama se la llegara a arrebatar de las manos y la descargara, para devolvérsela después sin antes repetirle que dejara el dichoso «juguetito». Pero nada, Johnny Ace que era un temoso de cuidado, a jugar con la dichosa pistola, no hizo caso a tan encarecido concejo y sucedió lo que tenía que pasar.
Debía estar muy aburrido aquella noche del 25 de diciembre de 1954, Johnny Ace en el City Auditoriun de Houston, que en vez de matar el tiempo se mató el mismo.
Por lo tanto, aunque las consecuencias sean las mismas hay mucha diferencia entre descerrajarse la tapa de la sesos por accidente, estúpido sí, pero accidente, a hacerlo jugando a la ruleta rusa. La muerte de Johnny Ace no fue porque estuviera jugando a la ruleta rusa como aparece en el atestado policial, sino que fue consecuencia de lo que se conoce como «pistolitis», síndrome que padece el que no se conforma con poseer un arma, sino que también tiene que mostrarla a los demás y en toda ocasión, como hacía el propio Johnny Ace. Joven irresponsable e inmaduro que para matar el tiempo y combatir el aburrimiento, mientras se desplazaba durante las fatigosas giras por el Chitling Circuit que organizaba con sus artistas el promotor y propietario del sello Peacock Records, Don Robey, se dedicaba a disparar a carteles y letreros con el coche en marcha.
Debía estar muy aburrido aquella noche del 25 de diciembre de 1954, Johnny Ace en el City Auditoriun de Houston, que en vez de matar el tiempo se mató el mismo.
Documentación:
– The Late Great Johnny Ace.- James M. Salem. 1999, University of Illinois Press.
– Big Mama Thronton. The Life And Music.- Michael Spörke. 2014, McFarland & Company Inc. Publisher