Foto: El escobillón. Texto: Por Juan Carlos «Kakó» Rodríguez Pérez. Tantas personas que le conocimos y tantos que le echaremos de menos, sobre todo en las calles de La Laguna donde siempre lo oíamos tocando su mandolina. Tuve la suerte de conocerlo hace muchos años y el gran lujo y placer de tenerle en la banda. Recuerdo que cada vez que tocabamos juntos en el escenario, yo me viraba para él y era como si estuviera dándome un concierto, olvidaba lo que tocaba a continuación y me dedicaba a oirle. Flipaba tanto oyéndole tocar que me extasiaba. Y sus solos bufff, eso era la pasada.
Fue uno de los mejores guitarristas de Canarias y de España, y me atrevería a decir que de Europa. Su sonido personal en la guitarra, su improvisación exquisita donde conjugaba esas melodías distintas y originales a la vez que preciosas y vanguardistas. Ese toque tan maestro jugando con los tiempos, rompiendo compases y perdiéndose en una magia que todo el que lo oía no se podía quedar indiferente. Un máquina de los de verdad, de los que tocaban con el alma.
Qué placer oírle, ahí queda un poco de su obra como guitarrista en discos como; Jazz Borondón, Baba Jembé entre otros (y por suerte también en las colaboraciones con su guitarra en el primer disco de Kakofonías). Y queda el grato recuerdo de quienes pudimos verle en directo, del disfrute de su música, de su sonrisa y su maestría. Y ahora cuando se dedicaba a la mandolina, increíble el espectáculo de sus conciertos, donde se le veía lleno de pedales y recreando unas atmósferas de sonidos con efectos y su fantásticos loops. Genial su música y su creatividad.
Los que pudimos disfrutar de su amistad , que decir. Tan grande, tan generoso, una buena persona, simpática, cariñosa. Alguien al que le quieres y le amas. Siempre fue lo que quiso ser. Y siempre eligió su camino al margen de lo establecido, buscó hacer solo lo que le «molaba» de verdad; como el piragüismo y tocar la mandolina. Fue uno de los primeros «Busking» que se estableció como músico de calle y dignificando la profesión de músico callejero.
Para mí un gran amigo, con un gran corazón y de una nobleza infinita. Todo un aprendizaje con él, tanto personal como musical. Cuantos momentos contigo Ruskin. Ojalá le hubiera escrito esto antes, pero «en fins», nadie espera que las cosas sucedan tan pronto, sé que supo lo que lo admiraba, lo que le quería. Quede este pequeño homenaje hacia él.