Foto: Arnaldo Vargas. El guitarrista nacido en Toronto (Canadá) Alex Goodman publica su nuevo disco, Second Act (Lyte Records). Afincado en la ciudad de New York, este nuevo álbum recoge material original que ha sido grabado por un quinteto considerado estelar y brillante, con la que será nueva generación de jazzeros.
Después de 5 años en la ciudad de New York, Alex Goodman no sólo se ha establecido como una estrella emergente y una voz personal en la denominada meca del jazz, sino que también ha encabezado un grupo talentoso de nuevos genios del estilo.
El grupo del que estamos hablando está formado por Matt Marantz, al saxo y ewi, Eden Ladin, piano/rhodes/Lowery, Rick Rosato, al bajo, Jimmy MacBride a la batería y en algunas canciones colabora tanto Felicity Williams como Alex Samaras a las voces.
Este guitarrista y compositor comenzó su carrera en Toronto, donde nació, y fue considerado como parte ineludible de la ciudad canadiense, recibiendo una gran cantidad de elogios por todo el país. Por ejemplo, la prestigiosa CBC News lo calificó como el artista que ‘tomó el mundo del jazz por asalto, y que ha alcanzado un nivel de fama y éxito de la comunidad del jazz que otros pocos guitarristas canadienses pueden igualar’.
A pesar de su juventud, en 2014 recibió reconocimiento internacional, a todas luces merecido, tanto por el primer premio como por el premio del público ganando «la elección del público», en el Concurso Internacional de Guitarra del prestigioso Festival Internacional de Jazz de Montreux, en Suiza.
En su anterior lanzamiento, ‘Border Crossing’, Goodman documentó sus reacciones iniciales con respecto a su traslado a New York y su aclimatación a un nuevo escenario. Con su quinto disco, Second Act, Goodman parece estar a punto de tener una consideración igual al de un hijo adoptivo. En él revela una visión formada por la floreciente escena del jazz moderno de la Gran Manzana y por el dedicado y consumado grupo de músicos con los que se ha rodeado.
Como señala el título, Second Act, (Lyte Records, 2017) señala un nuevo comienzo, cerrando un periodo en particular. El disco posee once composiciones sorprendentes. La música equilibra la composición con una inventiva fresca y la con un alto grado de improvisación emocionante. Las melodías son exuberantes, angulosas y con una intrincada arquitectura que no están exentas de una frescura y de una espontaneidad electrizante.
Desde luego, Goodman y su hábil quinteto lo tiene todo para sorprender.