Foto: Miguel Barreto. El Festival Internacional Canarias Jazz & Más Heineken comenzó el pasado viernes 7, con notable éxito músical en La Palma, Gran Canaria, La Graciosa y Tenerife, en Santa Cruz. En el caso de esta última ciudad, en la cita que nos ocupa, actuaba en el Auditorio de Tenerife la cantante Charenee Wade y el pianista de origen cubano Alfredo Rodríguez. Una noche bastante heterogénea.
Charenee Wade
La velada inaugural del Festival comenzaba en el Auditorio de Tenerife, después de 10 minutos de cortesía para que se incorporaran los rezagados. Charenee era el primer “plato” de la jornada con el espectáculo denominado Offering – The Music of Gil Scott-Heron & Brian Jackson (Motema Music, 2015). El concierto no empezó con la cantante negra en el escenario bajo de la Sala de Cámara, sino con su trío dando un recital de lo que nos esperaría en el resto del show.
Como mandan los cánones, la diva de Brooklyn desplegaba todo su poder vocal. Las referencias a artistas como Ella Fitzgerald, Betty Carter o Diane Reeves son inevitables. Toda la garra, toda la delicadeza, cuando ello era necesario, estuvo presente en un buen concierto.
Otro de los puntos fuertes del show fue la banda que nos visitaba, tanto Oscar Pérez, al piano, Paul Beaudry, al contrabajo y como el batería Darrell Green demostraron ayudar a la cantante de manera solvente. Un grupo de músicos capaces y técnicos que harían las delicias de los aficionados de gustos más clásicos.
En el interesante álbum, Charenee ha logrado la colaboración de músicos como Dave Stryker, Stefon Harris, Marcus Miller, o incluso Chrstian McBride. Muy recomendable.
Alfredo Rodríguez.
El pianista cubano sembró un concierto memorable. Se trata probablemente de uno de los tríos más imaginativos del momento. No es el caso de un proyecto con una cabeza visible y dos músicos que lo siguen, no. De hecho, constituye el trabajo de tres artistas que expresan su arte a través de una voz propia. En ese sentido, la labor de Alfredo Rodríguez (La Habana, 1985) y sus chicos supone un viaje a través de canciones clásicas del repertorio cubano –y algunas nuevas y composiciones propias- trasladadas a paisajes nuevos.
Desde su último disco, ‘Tocororo’ (Mack Avenue, 2016) se van dando por sentado nuevas premisas imaginativas, nuevos mundos y nuevas texturas pianísticas.
Tanto Michael Olivera –batería y percusionista- , Munir Hossn –bajista y guitarrista- como el mismo Rodríguez “marean” las canciones, deconstruyen clásicos dejando asombrada a la concurrencia que se divide entre el baile y la admiración del evidente preciosismo musical.
Canciones como “Invasion”, que tituló a su primer disco, ‘Yemayá’ o ‘Ay mamá Inés’ –clásico entre los clásicos-, así como un final y reestructurado Guantanamera, sonaron nuevas, frescas, rehabilitadas, refrescantes.
Desde luego, a Alfredo Rodríguez le ha beneficiado la coproducción y el padrinazgo de un nombre tan importante en el mundo de la música como el de Quincy Jones, pero esto sólo habla del olfato inacabable del productor de artistas como Michael Jackson. Jones busca talento en estado puro y lo logra.
Por desgracia, la afluencia al concierto no estuvo al nivel de lo ofrecido musicalmente –sala aproximadamente al 60 % del aforo-. Ello merece una reflexión pero será en otro contacto.