Foto: Promocional. Gratamente sorprendidos con la última película de la factoría Marvel, Thor: Ragnarok. Dirigida por Taika Waititi.
Los presagios eran altamente negativos con respecto a una saga que había pasado por un horror y un calvario. Intentos de películas supuestamente reflexivas y molestosas tramas que por lo general no llegaban a ningún sitio coronaban, por el momento, este intento de dotar al Dios nórdico de un asidero dentro del mundo mortal del séptimo arte.
Cuando parecía que ya no se podía hacer peor, en Thor: Ragnarok recurrieron al coctail que no suele fallar. A saber, póngase en la batidora una buena dosis de humor, superhéroes batiéndose en duelo (por lo menos 2 veces) y una nómina cara e importante de actores, por más secundarios que sean. Eso sí, sazone con mucho humor. Tómese a guasa, si es posible.
En el capítulo de actores no se ha ahorrado ni un gasto. Así, se puede disfrutar no sólo de un Chris Hemsworth que ha engullido a su propio personaje, sino a una mala de excepción en Cate Blanchett, un Jeff Goldblum que parece imbuido en algún personaje El Quinto Elemento y a Anthony Hopkins cuyas canas, únicas, son ya aval suficiente para llenar la pantalla.
Es verdad que el comienzo de la película desconcierta, que en algún momento echas de menos una presentación más nítida de personajes y que las cosas podrían ir a mejor con un ritmo más acusado propio de los superhéroes, pero las cosas remontan con el humor.
En algún momento nos da la sensación que el equipo de guionistas de Friends, o de Cosas de Casa se hacen con el control de la máquina y que estamos dentro de la última película de un trastornado Woody Allen que empieza a ser un superhéroe. Es este un paso valiente, porque el humor no ha sido bien utilizado por regla general en estas películas.
Sin embargo, los amantes de los mamporros no se van de «rositas». Hay bélicas confrontaciones y –al contrario que en la regla general- el largo metraje que adorna a la cinta está perfectamente justificado.
También hay un factor positivo dentro de la elección de la banda sonora. Desde cierto punto de vista parece que la película viaja a aquella película de Tron de los años 80 con un sintetizador omnipresente, sin embargo también hay un himno intergeneracional rockero que hace agitar los corazones de tiernos y maduros en la sala.
Nada más y nada menos que Inmingrant Song de unos Led Zeppelin irrepetibles. De repente uno ve que a la chavalería se le ilumina la mirada a ritmo de los 70’s y recobra una perdida esperanza.