Exquisito concierto de Roger Hodgson en el Pabellón Santiago Martín. El recinto lagunero se llenaba de buenos sones desde las 21:10 horas del pasado sábado 27 de julio. El músico británico repasó gran parte de su discografía en aproximadamente 2 horas y no podemos decir que no estábamos advertidos de este hecho ya que el tour tenía el clarividente título de ‘Breakfast in América’.
Con estos antecedentes y con el brillante triunfo de éxito y de público del día anterior en Gran Canaria, nos encaramábamos a la grada de la cancha de baloncesto llenos de ansias vivas –lo reconocemos- para comprobar la calidad de un quinteto que venía a repasar los éxitos de una banda que es protagonista musical de miles de vidas. Tal y como se esperaba, y reproduciendo lo sucedido en la isla vecina, el comienzo de la música tuvo lugar con la endiablada armónica de Take the long way home. La comunión empezaba a estar a flor del piel con una banda perfectamente entregada a la labor y al nivel musical esperado.
Roger Hodgson estuvo simpatiquísimo en toda la cita. Presentó sus canciones, compartió sus sensaciones y proclamó su “Breakfast en Tenerife”, que es lo que había hecho por la mañana, según sus propias palabras. De hecho, también confesó que su objetivo en las próximas dos horas era que el público desconectara con todo lo malo, que olvidaran los problemas por un rato y que fueran feliz con su hacer. Hay que decir que lo consiguió sin ningún género de duda.
Entonces, como indicamos en este tipo de crónicas, “la maquinaria musical” se puso en marcha. No había marcha atrás y se empezó a disfrutar de una máquina del tiempo muy particular. Los clásicos de la factoría empezaban a sonar, uno tras otro. ¡Qué redonda sonó por ejemplo The Logical Song! Es sin duda, una de nuestras canciones favoritas del repertorio de Breakfast in América. Las canciones sonaban de manera clavada al disco pero, obviamente, con la emoción propia del directo. Una verdadera ración de pop progresivo, muy propia de los años 70 y comienzos de los 80.
También hubo momento para canciones propias de Hodgson, no todo era agarrarse a su trabajo en Supertramp. Desconocida, por lo menos para el que suscribe estas letras, fue Death and the Zoo publicada en el año 2000. En ella Roger se refiere a la barbarie que se produce en algunos zoológicos. Con una muestra de humor que trascendió lo habitual en esta clase de citas, comentó que iba a traducir sobre la marcha en google translator para que los españoles supieran a lo que se refería. ¿Preferirías la vida en el zoo o la muerte en libertad? Canto animalista perfectamente fácil de suscribir y sentir. Fue bastante inteligente el trabajo desde la mesa de luces, los tonos azulados y verdosos que preponderaban, en todo caso fríos, daban una sensación de humedad muy propia de la selva, conjugando perfectamente con el sonido ¡Bravo por este gesto ecologista y respetuoso con los animales de Mr. Hodgson!
Es de justicia destacar dos aspectos de la cita del sábado noche. En primer lugar la calidad del sonido propiciado por los técnicos y por otra: el nivel de los músicos. La banda consistía en el magnífico hacer de Aaron Mcdonald (saxofón tenor y soprano, teclados, armónica, flauta y coros), Bryan Head (batería y voz), Kevin Adamson (teclados y coros) y David J. Carpenter (bajo y coros) y el ensayo se notó en cada momento de la actuación. Resultaba muy importante que las canciones de un repertorio como el de Supertramp estuviese perfectamente dominado y “machacado”. Eso es lo que hemos recibido, un quinteto compensado y de gran nivel que actuaban bajo un sonido verdaderamente ponderado, poderoso y bien ecualizado. Esto último es algo que no se puede decir en algunos conciertos de nuestro entorno.
Con ese nivel, con ese grado de éxtasis nos encaminábamos al final del concierto. Lo prometido era cumplido: 2 horas –o casi- de felicidad, de recuerdos y de “dejar los problemas en la puerta de la hamburguesa lagunera”. ¿Qué más se puede pedir? Prácticamente nada. ¿No es un concierto, e incluso la música, la mejor excusa para introducir un sinuoso cloroformo en los problemas cotidianos? “Esta va a ser la última canción del concierto”, confesaba Hodgson y atacaba una impresionante versión de Fool’s Overture. De las pocas canciones que tenían grabados algunos cortes de voz que otorgaban un mejor empaquetamiento al producto final. Especialmente redondo sonó el discurso de Churchill después de la guerra de Dunkirk, “We shall fight in the beaches”, “no nos rendiremos”. Era, por lo menos para uno, indispensable recordar que también suena en una canción de los metaleros Iron Maiden.
La banda salía del escenario pero todos sabíamos que no era el final. Todavía quedaba una deliciosa propuesta en modo de bis. Traca finalizadora de la noche con Give a Little Bit (Even in the Quietest Moments…) y It’s Raining Again (Famous Last Words). Momentos que quedarán en la retina para toda la audiencia. Una pena que no haya estado el pabellón lleno hasta la bandera ya que fue una noche de las que hace afición.
Foto: Promocional.