El oficial y el espía es el nuevo film de Roman Polansky, protagonizada por Jean Dujardin, Louis Garrel, Emmanuelle Seigner –pareja del director- y Grégory Gadebois. La película transcurre en el ocaso del siglo XIX en Francia y toma como base el juicio real al militar francés, de origen judío, Alfred Dreyfus.
Condenado a cadena perpetua en el último confín de la República Francesa y despojado totalmente de todos sus honores militares, Dreyfus siempre defendió que él no había traicionado a Francia sino que había sido víctima de un complot. Paralelamente a este acontecimiento, el militar de mayor rango Georges Picquart (Dujardin), que había sido profesor en la Academia del mismo Dreyfus, se encuentra con las inconsistencias por las cuales había sido condenado Alfred.
Tirando del hilo, Picquart no sólo encuentra un culpable sino que se da cuenta de la cantidad de personalidades –en ocasiones superiores en rango a él mismo- que están implicados en el hecho. El “pastel” explota en las manos de las autoridades cuando una de las plumas más prestigiosas de toda Francia, Émilie Zola, se hace eco en la prensa y es igualmente acusado de difamación. A Zola no sólo le costaría gran parte de su peculio e integridad profesional sino que también el exilio a Inglaterra. No obstante lo dicho, a tenor del resultado sería restituida su impronta profesional y considerado como uno de los más importantes nombres de las letras francesas. De este episodio salió el mítico artículo de J’Accuse…!
Y a este estado de cosas lo que hace Polansky con su cinta es imbuirnos en el proceso de investigación y pesquisa hasta el punto de que el mismo Georges se ve envuelto en la conspiración.
Excelente pieza que si bien no revoluciona visualmente el cine y no está entre lo mejor del director de piezas tan codiciadas y reconocidas como la Semilla del Diablo o Chinatown, es una deliciosa obra de un artesano que muestra como el aparato del Estado francés se inclinaba a condenar a un inocente. Una cabeza de turco que, para más inri, era judío y alsaciano, dos condimentos que hacían de esta minoría una víctima propiciatoria.
El reparto está mayoritariamente bien y sólo hay que poner como pega la labor de Emmanuelle Seigner, que si bien tiene una trayectoria impecable en películas del mismo director como La venus de las pieles y Basada en hechos reales, no estuvo del todo fina. No obstante, si tiene un papel importante en la película pues ayuda a comprender psicológicamente al protagonista; Georges Picquart.
Desde el punto de vista visual también es bastante destacable alguna escena de esgrima en donde el realizador se luce grabando la acción. También algún movimiento de cámara tan excelente que de sencillo lo muestra todo. Sin ir más lejos, el plano inicial de la película muestra el deshonor militar de ajusticiado y deja bastante clara la sensación de oprobio de la degradación.
La fotografía y el sonido no son particularmente geniales pero sin embargo se pueden considerar como correctas.
En definitivas cuentas, intensa película de Roman Polansky, el director de cine fugado de la justicia norteamericana y con varios casos de escándalos sobre sus hombros. Polansky vuelve a concitar el interés con la calidad a la que nos tiene acostumbrado en estos últimos años, con títulos como Un Dios Salvaje o La Venus de las Pieles pero ya queda muy atrás la calidad icónica y espectacular de sus cintas clásicas como las mentadas Chinatown o La Semilla del Diablo, incluso también El cuchillo bajo el agua. Sin embargo, es un buen filme, entretenido y que teje una historia que puede captar al cinéfilo más intrépido.
La película fue premiada con el León de Plata de la prestigiosa Mostra de Venecia. Tuvimos la posibilidad verla en el ciclo de Justicia y Sociedad que organiza Charlas de Cine en Multicines Tenerife, La Laguna.
Foto: Promocional.