
Ya hemos podido disfrutar de la última película del director Zack Snyder que protagonizan Dave Bautista, Ella Purnell, Ana de la Reguera, Theo Rossi, entre otros y bajo el título de Ejército de los muertos. Publicada a través del canal de distribución Netflix, también ha habido una tímida recepción por parte de las salas de cine. En nuestro caso, hemos tenido el placer de verla en pantalla grande en Multicines Tenerife (La Laguna).
En Army of the Dead o Ejército de los muertos el juego es claro y meridiano y más allá de pretensiones el director plantea un espectáculo de luz y sonido palomitero y sencillo, una suerte de orgía cargada de sangre, vísceras y una buena parte de humor negro y como se diría vulgarmente “mala leche”. He ahí el fuerte de este divertimento fílmico. La película no resiste mucho pensamiento, al primer suspiro interrogatorio el guion caería como un verdadero castillo de naipes. Blandito, blandito es el argumento. Para colmo algunos de sus protagonistas no nos inspiran el miedo o el respeto que deberían.
Los protagonistas tienen que ir de un punto A hacia un punto B. ¿Quiénes les frenan? En este caso una armada de zombies, nada más. Eso es todo. Insistimos que hay detalles que hacen coleccionar buenos momentos, como por ejemplo una velada crítica a la toma de temperatura por algún “mal” que nos aqueja. Pero es que después de unos geniales créditos iniciales marca de la casa (que rivalizarían con el trabajo que el mismo Snyder ya hizo en Watchmen), las cosas no empiezan a cuadrar. Unas tramas personales flojas, insulsas. Para colmo, se supone que Snyder es potente desde el punto de vista visual pero en algunos momentos se encapricha en algunas cuestiones de su propio gusto personal. Y lo que es peor, como también dirige la fotografía tiene el poder de imponer ese gusto. Sin ir más lejos, incide en unos desvanecimientos de fondos reiterativos –y a nuestro gusto digitales- que restan credibilidad a la historia.
Malos arquetípicos, héroes sin mácula, mujeres y hombres guerreros que conservan su rol hasta el final de la película –y de los días si eso fuera necesario- pero también relajos cómicos excesivos y –también en nuestra opinión- mal puestos. ¿Cuántas veces va a ser gracioso que un joyero alemán especialista en apertura de cajas fuertes y no familiarizado con las armas dispare a un zombie? Todas ellas son explotadas por el guionista. Repetido hasta la médula. Pero para mayor colmo de males hay más personajes que actúan como alivios cómicos inocentes.
Otro de los aspectos que lastra la película es su metraje descaradamente largo. Sabemos que con los 90 millones de presupuesto, el señor Snyder no debe rendir cuentas a los gestores de Netflix pero ¿hacía falta esos recovecos sentimentales y claramente tontos? ¿La relación entre hija y padre hay que contarla hasta el límite de contradecirse en la misma conversación? ¿Hacía falta prometerse amor eterno entre ciertos protagonistas sólo con un objeto dramático? El guion comete todos esos pecados y claro está, lastra la longitud del film.
La película deja, eso sí, porque Snyder es un chico listo, la vía expedita para un universo que no tiene un inicio claro y también deja el respectivo cabo suelto para que hayan secuelas hasta que ello sea útil económicamente.
En consecuencia, buena cinta para comprar cotufas y disfrutarla con abundante refresco y sin poner mucha mente en lo que se está viendo. Vaya con el cuerpo especialmente indicado para ver cerebros de zombies escachados contra la pared, disparados con armamento de alto calibre y de buenos dispuestos a todo para reunir su objetivo.
Nada más. Un cinquillo y pico, le damos.
Foto: promocional.