El guitarrista Julian Lage derramó el tarro de las esencias en el escenario del Espacio La Granja dentro del Festival Internacional Canarias Jazz & Más. Pasaban 20 minutos de las nueve de la noche y la maquinaria Lage, con su artillería Squint (último y recién publicado disco del artista) empezaba a deleitar al público asistente y que había agotado todo el papel disponible con las consabidas limitaciones covid19.
Uno de los aspectos más interesantes del concierto fue el conocimiento que había entre los músicos y que manejaban a su antojo el repertorio, conociéndolo de arriba abajo sin ningún tipo de duda. Tanto Lage, Jorge Roeder como el mismo Kenny Wollesen habían llegado a la conclusión de respirar al unísono, de gestionar cada uno de sus músculos en función de un bien mayor: el tratamiento máximo a buenas canciones.
La música de Lage abraza de manera muy especial a la música de raíz americana. Se puede decir que poco a poco fuimos recorriendo diferentes paisajes estadounidenses. De esta manera, en ocasiones estábamos montados en un Mustang rojo descapotable y, en la siguiente escena, la pradera del oeste de John Ford se abría para nosotros en su increíble inmensidad. Ese era el calado de cada nota, y el viaje estaba previsto.
Con respecto al repertorio, y también con el guion trazado, Julian Lage seguía las canciones de Squint de manera milimétrica y con esos mimbres, este increíble cesto. Canciones como Boo’s Blues, Age and Day o incluso la que le da título al disco, iban dejando al público absolutamente ensimismado en el mágico viaje, e incluso con una tendencia a no poderse anclar a la confortable silla de La Granja. Sobre Age and Day nos contó Lage que era una canción antigua que solía tocar con una guitarra acústica, pero que la había incorporado en el formato trío en el nuevo disco y también en el espectáculo.
Habíamos visto un par de veces previas a Lage, habíamos disfrutado anteriormente con su forma de tocar, como si no matara ni a una mosca. Como si el esfuerzo no hubiera hecho mella en su capacidad musical y guitarrística. Lage movía de manera mágica sus manos en los trastes, ni un sudor más de la cuenta. Mientras tanto, la banda le seguía allá donde su caballo mandaba. Las cuerdas del contrabajista de origen peruano, Jorge Roeder, se movían con su estilo característico e iba creando el lecho necesario para que Lage pudiera desarrollarse de manera excelente en su empeño. Por su parte, en la batería estaba un viejo gladiador de la escena. Kenny Wollesen también había actuado ya por nuestros pagos, con Bill Frissel, y estábamos advertidos de su capacidad a los parches y baquetas. Baquetas que, a propósito, en alguna situación sustituía por mazas, dando muestra de su capacidad para generar interesantes texturas musicales.
Siendo el repertorio el correcto y la participación de estos músicos sencillamente un solo órgano en escena, ya sólo faltaba recostarnos y disfrutar de su espectacular desarrollo. Canción tras canción, la audiencia se enredaba en las redes de persuasión de Julian Lage y de la nitidez del sonido de la que era capaz el Espacio La Granja santacrucero. He aquí otro de los grandes aportes de la velada pasada: el sonido era perfectamente disfrutable y no había ningún tipo de interferencia, como a veces si ocurre en los espacios outdoor. En definitiva, otra velada que maravilló a cada uno de los asistentes. Hora y cincuenta de actuación que repletaron las ganas de guitarra, bajo y batería. Una lección magistral en varias materias la que recibimos en la noche santacrucera del pasado día 15 de julio. Además, el día siguiente, festivo en la población. ¿Qué más se puede pedir?
Foto: Luz Sosa (Festival Internacional Canarias Jazz & Más)