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Pasaban escasos 15 minutos de la hora señalada para el comienzo del concierto, las 20 horas, y The Black Betty Trio y Miguel Ríos aparecían en la escena de la Sala Sinfónica del Auditorio de Tenerife y lo hacían con sorpresa: eran entre todos un quinteto, finalmente.
La gira con The Black Betty Trio -casi más cuarteto- con Un largo tiempo llegaba por fin a Tenerife y en concreto a la capital, a un teatro que como dijo Miguel Ríos, “¡Vaya tela, aquí tiene que trabajar la gente fina de la ópera! ¡Claro, cuando tocan ellos seguro que la gente es puntual o cierran la puerta!”, venía a decir, poco más o menos, en algún descanso cuando alguno de los asistentes rezagados se incorporaban a la cita.
El veterano cantante se metió al público en el bolsillo desde el primer momento. Un interesante formato para hacer una mezcla musical más que sabrosa. Dentro del cóctel había una buena cantidad importante de música americana, bluegrass, blues y, por supuesto, rock and roll en español más que marca de la casa. En eso consistió el concierto, pero es que claro, la cita con Ríos tuvo más miga de la que se puede imaginar. Vamos a ir explorándola sin ánimos de ser exhaustivos.
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La extraordinaria banda estaba compuesta por José Nortes, a la guitarra acústica y coros, Luis Prado, al piano y a los coros, Manu Clavijo, al violín y coros y Gabi Pérez a diferentes instrumentos de origen americano, como lap steel varios, mandolinas. Tanto el violín como este extenso catálogo de guitarras le daba un perfil interesante y un matiz más country. Sin embargo el rock and Roll, aunque acústico también tenía su presencia. Durante un buen momento, la imagen y el formato me hizo rememorar al gran Bob Dylan. Ríos es como una suerte de Bob Dylan patrio, tan nuestro como cualquier símbolo. Tan nuestro como la Alhambra.
De repente, y con el aplauso unánime desde un primer momento del respetable, que además llenaba la enorme sala, Miguel Ríos nos daba la tradicional bienvenida.
La primera entrega, con dos canciones enlazadas acababa con un Bienvenidos que desde luego engarzaba y conectaba al público con los músicos. Quizás la única intranquilidad desde la mesa del sonido vino en esos primeros compases, sin embargo la cosa se afinó bastante y fue bastante satisfactorio el trabajo de la totalidad del equipo.
El festival country acústico estaba no obstante, por comenzar. Asombró el uso de guitarras acústicas, varias especies de lap steel, piano y ayuda vocal para que el cantante nacido en Granada no se le hiciera un mundo.
Mágica sonó una extraordinaria versión de Por San Juan, una canción extraordinaria que parecía sacada de la banda sonora de una película de brujería. Los músicos se aunaban y parecía que solo faltaba la hoguera para que fuera una verdadera cita sanjuanera. Letra del ciudadano Ríos y música del director musical del conjunto, Nortes. Otro pedazo momento fue la interpretación de No estas sola, sencillamente impresionante. Nos ha parecido siempre una suerte de sintonía para la radio que no se puede olvidar fácilmente.
El set list del concierto fue bastante inteligente. Ríos fue intercalando canciones de diferentes etapas, algunas nuevas y otras de las que han construido su carrera musical (ya sesenta años en un escenario, según sus propias palabras). También desde el primero de los momentos hubo ovaciones por parte de la gente sentada en el graderío. Dentro de las canciones nuevas, Memphis – Granada, por ejemplo. Según Ríos, es que nació en dos sitios a la vez.
Algunos de los momentos más brillantes correspondían a la etapa más folk del concierto. Podemos citar al respecto la realización de la canción A contra ley (Breve historia de Jesse James). En ésta última se vieron las tablas de Ríos -que no son pocas-. En un momento decidió volver a comenzar la canción diciendo “es posible que me equivoque una vez, pero tres ya no son permisibles”. Cualquier músico moderno no hubiera tenido tal cuajo, no hubiera tenido estos arrestos. Ríos, más chulo que un ocho, dijo que no había estado a la altura y el público le agradeció comenzar de nuevo el tema, pequeños fallos en los que, a lo mejor, la mayoría del respetable no había ni reparado.
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Nos gustó Rock and roll búmeran, porque siempre vuelve. El rock and roll siempre vuelve. Actitud a lo Elvis, movimientos de caderas que encandilaban y que hacían temer por la integridad de una persona de cierta edad. Al respecto, no olvidaremos la versión directa de la popular Estremécete.
Nada paraba el espectáculo rockero y potente aunque sin batería, Sábado en la noche por ejemplo, ponía las cosas claras.
Miguel Ríos mantuvo su acostumbrada valentía a la hora de hablar por el público. Citó sus humildes inicios en la ciudad de Granada, los cambios políticos, se mojó con respecto a aspectos tan ásperos como la prostitución “en un país que es el tercer consumidor del mundo no comprendo nada que no sea la abolición”. Puede ser más alto pero no más claro.Le dedicó un tema al pueblo Ucraniano. Como ven, Miguel Ríos no se mordía la lengua y -como siempre- se mojaba en diferentes temas. Conocida es su afiliación zurda y el público parecía estar en combinación perfecta con esa faceta. En conclusión, el mundo está hecho una basura.
Resultó bastante curioso también como Miguel Ríos adaptó su discurso y hasta algunas de las canciones como el Blues del autobús, (Blues de la guagua blues) al público asistente. Ríos lo interpretaba como estar a la altura del feedback que estaba recibiendo. Chicharros y chicharras… queremos entender que se refería a los chicharreros que copaban la platea.
Otro de los aspectos que nos gustó es que, como muestra al trabajo de su gente, Ríos se deshizo en elogios con el equipo técnico. Nombró a cada uno, citando a lo que se había dedicado. Desde los típicos “pipas” del escenario al personal de luces. Esto habla de manera decidida del respeto a los trabajadores del espectáculo.
Miguel Ríos, sentado discretamente en un taburete, dejaba el asiento para ir a juguetear en ocasiones con el público. En un momento, y como si fuese un entrenador de fútbol que sabía jugar con la cantera, Ríos dejó los focos para dos componentes de su agrupación que además tienen nuevo disco en el mercado. Por un lado Manu Clavijo, con su violín y por otro, Luis Prado. El primero interpretó una canción llamada El Volante, con un protagonista que copó el poder en España pero que el músico no reveló. Prado por su parte tocó “Estoy gordo (o la perplejidad ante el declive…)” que es ya una de las clásicas de su repertorio. Una canción en tres movimientos, “pero que no se inquieten ustedes que es de apenas 3 minutos”.
Pudimos disfrutar de otros grandes clásicos como A todo pulmón, o incluso de El Río, “una canción que me dio bastante réditos hace un buen tiempo”
Otro de los momentos de oro consistió en la interpretación de Oración, texto del también granadino Luis García Montero. Y sin nombrarla, probablemente el público pensó en Almudena Grandes, una de las pérdidas más grandes de la literatura española de los últimos tiempos. Miguel nos contó que en su época se lo dedicó a la guerra de Irak que hicieron unos sinvergüenzas para ser obscenamente ricos, y que en estos momentos se lo tributaba también al conflicto entre Rusia y Ucrania. Y por supuesto, dedicada a Ucrania.
Era, y lo hacía con cierta guasa el granadino, un concierto con tres mentiras. La primera, que Miguel Ríos se retiraba, había dicho, la segunda que era un Black Betty Trío ¡De trío nada! Y por supuesto, que había sido un concierto acústico ¡nunca más lejos de la realidad cuando José Nortes dejó aflorar su guitarra eléctrica! Velada perfecta, velada ecléctica que conjugó muchos y diversos estilos, en eso estábamos.
Después de una cálida ovación y con una pequeña pausa para poder respirar, Miguel Ríos y banda salió de nuevo al redil y lo hizo para interpretar canciones que han conformado la niñez y la juventud de todo el público asistente que, no nos engañemos, peinaba canas. Unos bis que fueron verdaderamente oro y que permanecerán en la memoria de los fans y de los amantes de la música. Tanto Santa Lucía, una de nuestras canciones favoritas, como el famosísimo Himno de la Alegría -cover, no lo olvidemos de Ludwig Van Beethoven- sonaron tremendamente redondas, mágicas, geniales.
«Dame una cita, vamos al parque
Entra en mi vida, sin anunciarte
Abre las puertas y cierra los ojos
Vamos a vernos, poquito a poco
Dame tus manos, siente la mías
Como dos ciegos, Santa Lucía…»
Está todo dicho ¿no?
Al fin y al cabo, dos horas y media de completo show que hubiera destrozado el físico al más exigente de los músicos pero que el veterano Miguel Ríos había sudado y ejecutado casi a la perfección, con sus típicos gestos un tanto chulescos y con un carácter matador y rotundo. Felicidades ¡A los hijos del rock and roll… bienvenidos!
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Reflexión.
Salía del Auditorio de Tenerife con una nebulosa de ideas en la cabeza. No dejaba en pensar en ciertos factores que si bien tenía conexión con el concierto de Ríos, no versaban puramente sobre ello. Pensaba, para empezar, lo difícil que era hacerse grande desde mediados de los años 70 del siglo pasado y mitad de los 80 en un país como España. Tenías que ser tan enorme como demostró ser desde sus 78 años, Miguel Ríos. Había que brillar demasiado desde los 2 tristes canales públicos. Qué monopolio público pero qué variedad en aquellos años.
También pensaba que al comandante Ríos no se le hubiera ocurrido dar día libre a sus músicos en la velada del Auditorio de Tenerife. Ríos se presentó a un concierto con músicos como debe de ser. Que la gente no va a una de las veladas como éstas de gratis, ni con ganas de que le pongan un sonido de fondo para que hagan un cuasi playback lleno de efectismo. Cada vez hay más hambre de música en directo ¡he dicho música! y en vivo.
Finalmente, Miguel Ríos, no se retire nunca por favor. Ya sabe usted, Los viejos rockeros nunca mueren.
Fotos: Auditorio de Tenerife.