Sting. My songs en Adeje. Llamen a la Policía, por Luis Borja González
La apuesta empresarial de traer una megaestrella como Sting que no sea latina a Tenerife suele ser una moneda al aire. Desde diciembre, con todo el aforo vendido, era evidente que esta vez la moneda había caído de cara. El público, variopinto: desde familias de guiris con adolescentes hasta una mayoría de aficionados que peinamos canas, pasando por los que se apuntan a un bombardeo con tal de estar donde hay que estar.
Puntualidad británica para el duro trabajo de ser telonero de tu padre. Joe Summer defendió su repertorio con más pena que gloria, escudado tras su guitarra y unas bases pregrabadas. La mayoría del público se sigue preguntando cuál es su estilo, aunque todos empatizamos con el durísimo trabajo de telonear a un señor que se llama Sting y es tu padre. Parece ser que la herencia genética Gordon Summer se va a limitar a un extraordinario parecido físico con su hijo. Lo de heredar la vena musical está por ver.
Un rato algo más largo de lo normal (parece ser que algo no iba bien en la instalación eléctrica) para empezar a escuchar los primeros acordes de un Mensaje en una botella que enchufó rápidamente a los que venían a oir a The Police y a los que venían a ver a su cantante. Una banda terriblemente eficiente, mandó su primer SOS al mundo para bordar un himno que todo el mundo esperaba más tarde. Empezar tan alto tiene sus riesgos, pero el inglés en Nueva York se trasladó a Adeje para dejarnos la primera sorpresa de la banda. El esplendido harmonicista que nos hizo olvidar que el solo de saxo soprano en la versión original lo había hecho un tal Branford Marsalis.
Continuar a ese nivel era imposible, pero había que hacer magia. Every little thing she does is magic volvió a entusiasmar a los fans de Sting, a los de The police y a los mediopensionistas. Mención especial para el batería de la banda que hacía lo posible e imposible para hacer olvidar a un monstruo de las baquetas como Steward Copeland. Misión imposible: Copeland sólo hay uno y en esta canción se salía.
Tengo que confesar que Set them free no es de mis temas preferidos, pero la banda hizo una interpretación magistral liderada por el señor del bajo y los dos coristas. Otro descubrimiento del concierto: Sting es un bajista de nivel mundial.
A partir de ahí, un rato de repertorio de Sting en solitario. Loving you, Rushing water, If i ever lose my faith, Fields of gold… dejaron tiempo para el lucimiento de cada miembro de la banda y significaron ese momento del concierto donde el público que lo mismo se apunta a Tonytuntun que a Sting aprovechó para darle al palique o dedicarse al postureo instagramero. Peor para ellos. Se perdieron lo más auténtico, lo más Sting del concierto.
Había que llamar a la policía de nuevo para remontar y Gordon Summer lo sabía. Un paseíto por la luna y un So lonely trufado de Marley pusieron el punto pop/reggae/policíaco a la noche. De ahí pasamos a Desert Rose, con arreglo moruno y lucimiento para toda la banda.
Cuando sospechábamos que esa canción que todos esperan oír quedaría para los bises, Every breath you take nos hizo sospechar que quedaba poco tiempo para que la noche acabara.
En los bises estaba claro que había que decirle a la prostituta Roxanne que no era necesario que volviera a encender la luz roja…y cuando todos creímos que aquello iba a acabar en un despiporre tipo Du, Du Du, de da ,da da. El señor Sting se quita de encima su vetusto y curtido en mil batallas Fender Precision 51, coge la guitarra acústica y acaba con una preciosista versión del maravilloso Fragile, probablemente lo mejor de la noche.
Caras de alegría contenida al final del concierto, y, a partir de ahí, a volver a llamar a la Policía y a la guardia Civil para organizar la salida de Adeje de cuatro mil coches, misión tan imposible como la de ver de nuevo juntos a Sting, Copeland y Andy Summers.
LBG
Foto: promocional