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Exquisita cita con la cantante Jazzmeia Horn (Dalas, Texas, 1991) en el Auditorio de Tenerife y para ser más preciso en la Sala de Cámara, en el marco del Festival Internacional Canarias Jazz & Más. De manera que podemos considerar puntual, el espectáculo empezaba y lo hacía con el listón alto desde los primeros compases. El concierto no tenía previsto dar tregua. La abarrotada sala así lo sintió.
De lujoso y ecléctico vestido, sofisticado y retro y con su famosa e interminable envoltura en la cabeza, rematado el vestuario con collar protagonista, Jazzmeia Horn comparecía en el escenario tinerfeño para dar una muestra de placer absoluta.
Cada gesto y cada instante era digno de ser atesorado, dando una verdadera clase de scat, de chillidos y de cante agudo que iba controlando y amortiguando según era menester. Amplio registro y calidad a raudales. En ocasiones, el espectador parecía entrar en una selva, en un lugar prohibido y lleno de alimañas. Horn forjaba la atmósfera y el público sólo se tenía que abandonar a su suerte.
Horn, además, no se encontraba sola en la empresa. Tenía a su lado a un trío magnífico que redondeaba la importante labor de la vocalista. Pudimos disfrutar de Victor Gould (piano), Jason Clotter (contrabajo) y Michael Reed (batería). En este último aspecto estribó, casi con total seguridad, la cualidad y calidad de la velada, porque esta tremenda banda hizo un lecho de oro para que la voz de la tejana brillara ¡Y qué brillo! Es de destacar que dentro de la capacidad grande del trío se incluía la sapiencia de Victor Gould que verdaderamente fue de auténtico genio. No nos sorprendió porque éramos conscientes de su fama y capacidad pero supo formar parte del conjunto y también de brillar cuando ello era requerido.
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Si hemos elegido la palabra “clase” es porque verdaderamente Jazzmeia se puede tildar de magistral. La cantante se mostró cercana y usó un aceptable español para tener mayor contacto con el público. Jazzmeia aprovechó para hacer una labor para firmar en el libro de honor.
Free your mind fue la primera canción de la noche tinerfeña y poco a poco el público fue asumiendo que lo de menos era el set list del concierto. Lo de más y el nudo gordiano es como Jazzmeia cogía las canciones y -fueran de cuño propio o standards – hacía el tema suyo, las cabalga, las doma y finalmente las ofrece. Nos sorprendió gratamente con alguna canción que va a ser incluida en el que será un nuevo disco que verá – como anunció – la luz el próximo abril de 2024. Avance fresco que el respetable coreaba.
A los 40 minutos de actuación pasó una anécdota bastante destacable. Algo estaban comentando casi con los gestos faciales los músicos, algo les incomodaba y en ese momento -aprovechando un solo de Gould- la cantante se empezó a quitar uno de sus zapatos de tacón. Ni corta ni perezosa, y sin que le importara ni un ápice cualquier opinión y blandiendo su zapato, se ensañó con un bicho que estaba en el altavoz que daba al piano. Bromeando con la circunstancia, Horn señaló que odiaba las cucarachas ¡No, Tenerife, esto viene del Bronx, New York!, exclamaba con ánimo lujurioso la artista, sobre ella misma, interpretamos.
En el concierto también se dieron exquisitos momentos protagonizadas por canciones que identificamos como Bless The Most High que fue redondeada con una alegre broma, ¡es la mejor expresión para quitarnos cualquier estrés! según la protagonista de la noche. Por su parte también acudió a los clásicos, con canciones como Our love is here to stay (George and Ira Gershwin).
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Hubo un breve bis, una única canción dedicada a la legendaria Betty Carter. Muy simpática, la cantante hizo una breve encuesta para saber si el público conocía a la cantante y pocas manos se alzaron. La participación del público no se limitó a aplaudir y a asombrarse pasivamente. Ni corta ni perezosa, Jazzmeia empezó a invitar a la gente al escenario y a bailar como si no hubiera un mañana. Horn demostró ser también todo ritmo con su cuerpo. Un momento divertido que debería repetirse.
La noche llegaba a su fin después de una hora y media justa que dejaba sensaciones de más hambre de música. Jazzmeia Horn dejaba la invitación abierta para que siguiesen escuchando no en cds, sino en redes y por supuesto en la cita del día siguiente en Fuerteventura. La tejana alzó al público, que se levantó de su asiento de manera casi unánime y aplaudió y jaleó en varias ocasiones. El veredicto era, como digo, de una victoria inapelable.
Y a nosotros no nos cabe mucho más, tenemos que felicitar a Jazzmeia Horn porque nos hizo disfrutar de una noche fantástica, redonda y deseamos fervientemente su vuelta para saciarnos las ganas de su arte.
Foto: Canción a quemarropa
Texto: Héctor Martín
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