Desde las vibrantes tierras de Colombia, donde el río Magdalena canta al compás de cumbias y vallenatos, emerge la figura luminosa de Carolina Noguera. Su música, tejida con hilos dorados de tradición y modernidad, nos transporta a paisajes sonoros donde los manglares rojos susurran historias de antiguos sueños y esperanzas renovadas. Cada nota es un reflejo de su alma, un eco de las montañas andinas y las selvas tropicales que han marcado su esencia.
Y ahora, en el emblemático Teatro Leal de La Laguna, Tenerife, el domingo 29 de octubre a las 20:30 h, el mundo será testigo del estreno de su obra ‘Sueños de manglares rojos’ para orquesta de cuerdas, bajo la dirección magistral de David González, dentro de una nueva edición de Classical Laguna Experience. Una noche que promete ser un viaje místico a través de melodías y armonías que solo una artista de su calibre puede ofrecer.
– Carolina, su obra ‘Sueños de manglares rojos’ será estrenada en el Classical Laguna Experience. ¿Qué inspiró esta composición y qué desea transmitir con ella al público?
– Hace más de diez años visité Bahía Solano, un lugar del Litoral Pacífico colombiano encantador. En mi infancia visitaba mucho las costas del Pacífico con mis padres, y haber vuelto a aquel lugar fue sobrecogedor. La furia y la inmensidad del mar, la fuerza y el tejido de su selva, pero sobre todo, la paz y el misterio de sus manglares. En este viaje de hace diez años entré en crisis porque no quería volver a la jaula urbana: a la absurda y rígida obediencia de su diseño y de sus lógicas. Quería permanecer en este lugar en el que el Capitalismo llama “pobres” a quienes lo tienen todo. ‘Sueños de manglares rojos’ recuerda las músicas del Pacífico colombiano, aunque no de esa región en particular. La obra abre con las sonoridades del Pacífico que más típicamente habitan mi ciudad natal, Cali, y poco a poco, entre entramados tupidos y caóticos entra en un arrullo; el arrullo del anhelo por lo simple y lo vital.
– En sus composiciones, busca resignificar materiales musicales preexistentes, especialmente de la música tradicional colombiana. ¿Cómo logra este proceso de resignificación y cuál es la importancia para usted?
– En muchas de mis obras he hecho un trabajo sobre la nostalgia de estar lejos de algunos lugares que amé siendo más joven. La resignificación ocurre al evocar sonoridades que elaboro por fuera del género al que pertenecen. Me gusta “acariciar” y “observar” cuidadosamente los recuerdos sónicos fuertemente emotivos en una contemplación cuya intensidad deforma y satura, en ocasiones desfigurando el material original. No pretendo hacer un homenaje ni contribuir al repertorio de músicas populares o tradicionales. Transito una ruta de autoindagación en la que la fuerza poética de las potencias creativas del recuerdo y el olvido, así como la distorsión que brota de la añoranza, han constituido un importante catalizador.
– Su formación musical ha sido diversa, desde sus inicios en Cali hasta su maestría en el Conservatorio de Birmingham. ¿Cómo ha influido cada etapa de su formación en su estilo compositivo actual?
– Cada etapa, cada lugar y cada grupo de personas han dejado una huella importante en mí. A Cali le debo mi amor por los árboles: las ceibas y los gomeros, el sonido y la brisa del río, los recuerdos de mis primeras clases de piano, el amor con el que todas mis maestras, en especial Alba Estrada, me enseñaron. A Birmingham y las personas con quienes crucé camino las llevo en mi corazón. Su apertura estética, su respeto por el otro, su vitalidad y su bondad. Tuve maestros increíbles, en particular Lamberto Coccioli y Richard Causton, y muchos compañeros de clase y amigos entrañables. En Birmingham mi música se hizo desde la nostalgia, la extrañeza y la soledad. Parecieran estímulos sombríos, pero fueron, de hecho, un impulso vigoroso para acercarme a mí misma y a mi propia música.
– Ha mencionado que escribe sobre sus miedos, desasosiegos y sobre sentirte a veces un poco extraña. ¿Cómo logra transformar estas emociones en música y qué papel juega la composición en su vida personal?
– Desde hace un tiempo pienso que toda la música es un arrullo. Que lo único o lo que más necesitamos como humanidad, es eso, un arrullo para calmar nuestro dolor fundacional. Ha sido fascinante leer todas estas intuiciones en las aseveraciones que expone Ramón Andrés en su texto “Filosofía y consuelo de la Música”. Creo que todos nos sentimos, o somos, siempre, extraños, particularmente respecto a nosotros mismos. Sólo que lo disimulamos. Nos distraemos en el consumo para evitar la autoconciencia. Yo simplemente intento ser consciente de este fenómeno a través de la música.
– Ha sido reconocida con varios premios y becas a lo largo de su carrera. ¿Hay alguno que haya sido especialmente significativo para usted y por qué?
– Indudablemente la beca que más me cambió la vida fue la que recibí del Banco de la República de Colombia para poder hacer mis estudios en el exterior. Fue gracias a este reconocimiento que pude hacer mi maestría en el Conservatorio Real de Birmingham, adscrito a la Universidad de la Ciudad de Birmingham, en Inglaterra. En la maestría obtuve el Course Prize, por mis calificaciones sobresalientes, lo que me abriría muchas puertas en el mundo artístico y académico. La experiencia en este lugar fue tan maravillosa, que acudí a distintos estipendios para continuar con mi formación doctoral, obteniendo el único premio otorgado entre todos los estudiantes de la universidad, el ORSAS (Overseas Research Students Awards Scheme), gracias al cual pude culminar mi proyecto y obtener el título de PhD en composición musical.
– La composición musical a menudo se describe como un proceso solitario, donde el compositor se enfrenta a sus propias emociones, ideas y al desafío de la hoja en blanco. ¿Cómo maneja la soledad del proceso creativo y qué técnicas o rituales emplea para canalizar su inspiración y enfrentar el reto de la creación?-
Mi soledad es mi santuario. El silencio y la soledad son lugares sagrados para mí, pero son espacios a los cuales no puedo acceder con la frecuencia que quisiera. El mundo es ruidoso, tumultuoso y atafagado; pletórico de llamados y exigencias. Pero en su ruido y su furia logro escabullirme de vez en cuando a contemplar: a contemplar mis vacíos y mis anhelos, la belleza de la naturaleza, y a soñar arrullos para mi y para los demás que habitan en mí, y para los demás en su más pura abstracción. Compongo en silencio, quieta, ensoñando, cantando, garabateando. Sentarse a escribir en la hoja en blanco es algo que ocurre después de haber estado componiendo por días y horas. Me nutro de rituales imaginarios y arcanos, de ceremonias ficticias, de la experiencia de tener una existencia unicelular para así poderme meter en la inmensidad de los sonidos, y ver como no se acaban en un instante, sino que permanecen, y en su permanencia utópica imagino que se doblan, se derriten, se agrietan, se espesan, se multiplican y se explotan.
– La multiculturalidad de Colombia y su experiencia personal se reflejan en su música. ¿Cómo logra equilibrar estas dos influencias y qué elementos considera esenciales para representar la identidad colombiana en sus obras?
– No es mi intención representar una identidad colombiana; pero soy consciente de que la reflejo. Lo que resulta esencial para mí es poder encontrarme. Intentar situar el origen de la extrañeza, a sabiendas de que sé que jamás llegaré a ese lugar, que es como el Edén, o el silencio prenatal, o quizás la música de las estrellas.
– Los tiempos que corren no son nada sencillos para la sociedad en general, ¿cómo los vive una compositora como usted? ¿Qué retos enfrenta una mujer en el mundo de la música?
– La música contemporánea a veces puede ser desafiante para el público general. ¿Cómo se acerca a la audiencia y qué consejo les daría para disfrutar y comprender mejor su música?
– A veces nos limitamos a escuchar la música que ya hemos escuchado. Y tendemos a sentirnos cómodos con la música que la Historia ha juzgado como buena, incluso como genial. Y entonces, no escuchamos sino que ratificamos. Porque escuchar sin presuponer una respuesta o un sonido a veces nos resulta no sólo incómodo, sino angustiante, rayando en lo insoportable. Escuchar es lanzarse al vacío. A una oscuridad esplendorosa. Si como intérpretes tocamos emocionados, enamorados, alienados incluso, renunciando a nuestro propio ser para que la música se apodere de nosotros, resulta difícil que ese sobrecogimiento y esa magia no se vuelvan contagiosos.
– Finalmente, ¿qué proyectos futuros tiene en mente y qué podemos esperar de Carolina Noguera en los próximos años?
– Actualmente estoy escribiendo un trío de guitarras para el conjunto colombiano Trip Trip Trip y una pieza para ensamble para ser estrenada por la agrupación suiza SOYUZ ensemble. Ambas piezas son “arrullos” en un sentido bastante general. Planeo escribir también mi sexto cuarteto de cuerdas, un libro de preludios para piano y una pieza para el Ensamble Connect. Tengo también en el tintero la idea de una ópera sobre el puerperio que espero algún día poder escribir.