Woody Allen se retira o eso parece, después de lo dicho en el pequeño corte de video que antecede a su última película Golpe de Suerte. Con esta cinta, Allen vuelve a unos espacios en los que se siente especialmente cómodo; la gran ciudad, sus gentes y la interacción con las pasiones más bajas y un factor aleatorio que , efectivamente, suele ser la suerte. La cinta, además, es de producción francesa que ha de ser donde todavía le dejan cancha a un cineasta artesano como al «tito» Woody.
En Golpe de Suerte se narra el acontecer de una persona asfixiada por su ego y que está dispuesto a guardar las apariencias sociales de la high society francesa a toda costa. Infidelidad, violencia y asesinato que todo cambiará o no. Nos recuerda de manera bárbara a Match Point, obra bastante anterior. Es, insistimos su hábitat natural, en las aguas donde mejor nada este director y guionista que ya tiene la friolera de 87 años.
Allen se hace fuerte en la calle, también en Golpe de Suerte, haciendo preciosos rodajes por los bulevar parisino y cae en alguna decisión estética en los interiores que a lo mejor nos echó un poco para atrás. Sin embargo, se lo perdonamos. Lo más importante de Golpe de Suerte es efectivamente el guion, la manera de enrollarte en el lío y dejarte con ciertos interrogantes que van poco a poco hilvanando los acontecimientos.
Desde el ribete incomparable de una novela pulp de detectives, la lectura negra de toda la vida, Allen vuelve a cantar las cuarenta filtrando opiniones sobre situaciones como la suerte. Y eso se le da fantástico.
El film nos propone recostarnos y tranquilizarnos y ver poco a poco lo que se cierne en el futuro o, nunca mejor dicho, en la suerte de los protagonistas.
Con respecto al casting, el trabajo es sencillamente genial. La película luce la labor de actores poco conocidos pero sin embargo eficaces, realizan actuaciones notables. Empezando por Lou de Laâge, que está cautivadora como Fanny, una joven al que su universo se le tambalea cuando se le aparece cierto personaje de su más tierna juventud.
El listado de actores se complementa con Valérie Lemercier, como la madre de Fanny, Melvil Poupaud como Jean -el marido controlador de la trama- y Alain, interpretado por Niels Schneider, guapo y apuesto pretendiente.
En definitiva, a Woody Allen siempre hay que verlo y entenderlo. Lleva décadas llevando el cine al máximo nivel y en esta ocasión no iba a ser menos. Es un placer ver como, además en contraposición de lo tristemente habitual en el cine actual, el metraje es bastante comedido. La duración del proyecto está íntimamente relacionada con la magnitud de la historia propuesta. 96 minutos, ya saben ustedes, lo bueno si breve, dos veces bueno.
Es una lástima que Allen se retire, un artesano que sigue aportando al arte del celuloide una voz propia. Si se confirma el au revoir, lo vamos a echar mucho de menos.
¡No se despida usted a la francesa, señor Allen!
Fotograma de la película.