Todo comenzó en una clase de composición: Julián Solarz estudiaba con Guillermo Klein y su maestro le sugirió que le echara una mirada a una pequeña pieza firmada por un tal Frederic Mompou, a quien Solarz desconocía absolutamente. Desde ese momento, la fascinación y la identificación fue total. Mientras componía y redondeaba el repertorio de música original que derivó en su primer disco (“La palabra no dicha”, una frase del compositor catalán), Solarz fue sumergiéndose en su obra.
Poco después, Julián Solarz decidió meterse de lleno en el mundo de Mompou para encarar un proyecto dedicado íntegramente a su música, habitualmente interpretada en ámbitos académicos pero muy raramente abordada desde la música popular (y mucho menos, en Argentina). De esta forma nació el proyecto y concepto de un disco que gira en torno a las características principales de la música de Mompou (colores y texturas armónicas nuevas, libertad tonal y modal, economía de recursos, el uso del silencio) y la búsqueda de trasladarla, adaptarla y plasmarla en una sonoridad jazzística contemporánea, popular pero con anclaje en lo académico, arreglada pero llena de espacio para la improvisación.
El camino que desembocó en la grabación de «Resonancia» se inició con el estudio y la selección de piezas (originalmente, para piano) que se prestaran a la transformación y fueran flexibles para jugar con la orquestación, los arreglos y la improvisación sobre su armonía y forma, siempre respetando el espíritu de cada una y las notas escritas por el compositor. Así se crea un clima general de cierto «minimalismo impresionista» con ambientes calmos y melodías muy cantables que alternan con secciones tensas e inestables. El repertorio fue abordado a través de 2 procedimientos bien distintos: unas piezas fueron arregladas y orquestadas con toda la música escrita y pautada con indicaciones puntuales; en otras, el grupo improvisa sobre la misma partitura original en el atril de cada músico.
Muchas de las piezas elegidas están originalmente pensadas por Mompou con un ritmo rubato y sin una pulsación definida. En muchos casos, el trabajo de Solarz se centró en la reelaboración rítmica para encontrar un “groove” o base sobre la que mover y hacer cantar al grupo.
«Música callada Nº1» es un ejemplo de improvisación general con la sola indicación rítmica de «afro en 12/8». «Planys» también propone la exposición de su melodía original y la improvisación sobre la armonía original a lo largo de un ritmo ágil.
«Música callada Nº20» inventa un esqueleto rítmico en 5/4 (a la manera de una «clave» afroamericana) que permite recorrer cada sección de la pieza y crear un espacio para que se luzca el saxo alto de Lucas Goicoechea con un solo sobre la armonía, como lo haría un standard de jazz.
Con un procedimiento más arreglador y partituras escritas, «Música callada Nº16» intenta llevar cada nota escrita por Mompou lo más fielmente posible a la orquestación del grupo. Con un insistente y frenético ritmo, abren y cierran la pieza el piano, la batería, el contrabajo y la guitarra, mientras que la sección media rubato queda a cargo de los vientos y la guitarra, «coloreando» con los acordes originales.
«Música callada Nº9» también presenta una orquestación y distribución de roles para dibujar las melodías y sus contrapuntos, con separadores a cargo del piano y la guitarra, que también se luce en la sección intermedia con el solo de Juan Filipelli.
En «Música callada Nº11», al igual que en la Nº25, se suma la flauta invitada para otros trabajos de reelaboración rítmica. En Nº11, sobrevuela un aire de candombe en métrica irregular, sin solos ni improvisación, y con los mínimos elementos y dinámicas de la pieza original. «Música callada Nº 25» crea un ambiente de tango lento (o milonga) que deja cantar al contrabajo entre las disonancias de los vientos.
Por último, «Música callada Nº26» le da descanso al piano y a la batería para que el combo de clarinete + saxo alto + guitarra + contrabajo canten con la dirección de Solarz un arreglo muy fiel a la pieza original, haciendo relucir sus texturas armónicas, claramente «mompouianas».
El disco cierra con «Canción Nº7», con el líder del grupo sentado solo en su piano y tocando la partitura original como tributo final a Frederic Mompou que demuestra cuán cercana a una canción popular puede ser una pieza del gran compositor catalán.
Créditos técnicos:
Julián Solarz: dirección, piano y arreglos.
Lucas Goicoechea: saxo alto.
Inti Sabev: clarinete bajo y clarinete.
Juan Filipelli: guitarra.
Hernán Cassibba: contrabajo.
Carto Brandán: batería.
Invitado: Matías Carazzo (flauta) en «Música callada Nº 11» y «Música callada Nº 25».
Ingeniero de grabación, mezcla y mástering: Pablo López Ruiz.
Grabado el 4 de noviembre de 2022 en Estudio 0618 – Buenos Aires, Argentina.
Diseño y artes: Pedro Strukelj.
Fotos: Fernando Ibarra, Santiago Grassi y Daniela Haikins.
Foto: Daniela Haikins