Robert Eggers (Nueva York, 1983) vuelve a la carga con su personal versión de una de las películas cumbres de un estilo cinematográfico en sí, Nosferatu, eine Symphonie des Grauens de Murnau. Director indicado especialmente para hacerse eco de este No muerto o vampiro (conde Orlok en este caso), siguiendo las lecturas no sólo de sus predecesoras sino del libro romántico que escribiese en el Siglo XIX Bram Stoker.
La película tiene un espectacular reparto -uno de sus fuertes -, un importante punto de apoyo en el trabajo actoral de Nicholas Hoult, Lily-Rose Depp, Aaron Taylor-Johnson, Emma Corrin, Willem Dafoe y a Bill Skarsgård. Al mismo tiempo, el director sigue confiando en algunos de los artistas que les ha acompañado en ciertos de sus actores/actrices de referencia y va conformando su “camarilla” de confianza. A destacar las interpretaciones de Lily-Rose Depp, Willem Dafoe y Bill Skarsgård.
El espectador encuentra en Eggers a un director que se preocupa por el acabado final y que le entretiene aún en una historia sabida, en terreno confiable y conocido. Es más, Eggers trata al respetable de manera inteligente, esto es más que algunos otros y es de alabar.
En Nosferatu se va repasando el inmortal libro de Stoker pero con alguna aliteración que en algunos de los casos nace del estilo impuesto de las versiones de 1922 y de 1979, aquella Nosferatu de Werner Herzog con Klaus Kinski, Isabelle Adjani, Bruno Ganz, del personaje y un poco también de la visión de Francis Ford Coppola de los años 90 ma non troppo.
Sin embargo, siendo una muy buena e entretenida película de terror, a esta nueva lectura de Eggers relacionada con el mito, le falta dos aspectos fundamentales a nuestro juicio: más expresionismo alemán y más novela romántica. Nos hubiera gustado que la cámara se hubiese inclinado más desde abajo, ver los techos de ese castillo tan bien diseñado y bajar el nivel de los ojos y asombrarnos con la magistral altura del monstruo y de sus parajes. En ese sentido, traer a la palestra la idea del Nosferatu hubiera sido una oportunidad para recordar ese estilo determinante para la evolución del cine. Pensábamos en serio, que era la excusa.
Foto: Rodaje de Nosferatu
Todo ello, y porque quede claro, aderezado con muchos aciertos, por ser justos, como por ejemplo la puesta en marcha de la peste que era totalmente plausible en la Alemania de la fecha en la que está basada la película (que no la novela). También está en el favor de la cinta lo bien administrado que está el vampiro, el malo. Hubiera sido más sencillo pero menos efectivo mostrarlo más. Otra cosa que nos gustó bastante fue lo cuidadoso que fue el director mostrando el poblado cíngaro y gitano que rodea el castillo de Transilvania. Detalles que habitualmente se habían pasado por alto y que son trascendentales en la novela.
Al acierto de selección actoral hay que añadir factores formales que también son dignos de análisis. Fotografía, atrezo, producción, selección de personajes, tempo de la película, su edición, sus efectos verdaderamente bien metidos en la historia y localizaciones. Incluso ¡oh rareza! cortar la proporción entre el ancho y el alto de la pantalla, la denominada relación de aspecto que es verdaderamente acierto en este contexto. Así, el calado de los personajes es especialmente alargado, tendente a lo vertical.
Por otra parte, Los personajes de Mina y Lucy son estelares en la novela y sus alter egos -con otros nombres como tributo de la peli original- en la cinta de Eggers también. Es una novela en el que lo femenino tiene su carga importante, vital y romántica. También nos quedamos en la retina con momentos espectacularmente duros y que ahondan en el susto -quizás en exceso-. Pero no todo es eso en la cinta.
Un buen punto de apoyo de la película es la diatriba consabida entre ciencia y parapsicología. En cierto momento se quiere dar razón al ataque del monstruo combinándolo con una epidemia de la Peste negra. Eso hace que el espectador vea un duelo entre razón y paraciencia que resulta bastante excitante.
En definitiva, Eggers sigue con el paso firme tras películas como El Faro, La Bruja, El hombre del norte, que nos apasionó, y otras más, con un sello autoral a la hora de dirigir claro y con buenas ideas bajo el brazo. A éste le acompaña un reparto excepcional y también un gusto a la hora de elegir lo que se ofrece en cámara. Éste, con algunas dudas pero altamente pulibles en futuro, es el camino.
Foto: promocional de la película.