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Excelente nueva película del director Todd Phillips, protagonizada por Joaquin Phoenix y que responde por el nombre de Joker. Responde a ese nombre pero podría haber sido la historia de cualquier otro sujeto desequilibrado de la ciencia ficción. Como indicamos, tremenda cinta que nos recuerda que hay más espacio a la izquierda y a la derecha de los grandes estudios de Hollywood. Por lo visto, se trata de un nuevo aldabonazo para que haya una serie de películas separadas del denominado “DCU” o universo cinematográfico de la DC Comics.
Desde el trabajo soberbio de Joaquin Phoenix a los pequeños pero fundamentales papeles de actores como Robert de Niro o Brett Cullen, la cinta va bajando al infierno del propio Arthur Fleck (Joker) de manera radical y de esa manera va arrastrando al espectador. De hecho, es casi imposible no simpatizar con esta persona, en el umbral de la pobreza extrema y con importantes cargas: su madre y un importante desequilibrio mental que no puede ser tratado por la suspensión de presupuestos públicos. He ahí el reconocimiento a la labor, otra vez impresionante, de Phoenix. Su adelgazamiento, la capacidad de sintetizar la maldad, la gestión de todo su cuerpo al servicio de la obra, todo ello hacen de este papel algo difícilmente olvidable. No es que nos sorprenda, Phoenix está acostumbrado a mutar y a ponerse en la piel de otros personajes en películas como Her o Gladiator.
Es pronto, probablemente, para hablar de premios, pero tanto Phillips como Phoenix han presentado su papeleta a los Oscars de este año.
Joker tiene sus referencias claras que a esta altura del partido ha reconocido todo el mundo, hay mucho del Travis Bickel de Taxi Driver, unas importantes dosis de El Resplandor de Kubrick e incluso yo también apuntaría a la locura de Alguien voló sobre el nido del cuco.
Desde ese punto de vista, no queda ningún tipo de títere con cabeza en Joker. Vemos una ciudad de Gotham muy revuelta y con conflicto social, una brecha importante que desliga al pueblo de la cobertura social necesaria que apunta –por primera vez en ese universo, que sepamos- a la ausencia de labor social de multimillonarios como Thomas Wayne.
Al respecto, es bastante útil el doble homenaje a Chaplin. En primer lugar, porque enseña Tiempos Modernos y se regodea en la famosa escena de patinaje del genio del humor y en segundo porque se elige una de las canciones cumbres de la misma cinta y también compuesta por el gran actor/director/empresario: Smile. No hay que olvidar la moraleja de esa película que a juicio de lo que vemos en Joker es más actual y vigente que nunca.
¿Qué ha podido pasar por la vida de un hombre para que acabe siendo el psicópata que hemos visto de manera legendaria en miles de comics y en muchas películas? La película pasa por esa pregunta y la responde. El Joker es hijo de una sociedad enferma.
El filme levanta las conciencias sobre el maltrato, a veces físico, que reciben ciertas personas con problemas psicológicos. Hay gente que no sabe donde agarrarse cuando tiene ese tipo de problemáticas y cuando la sociedad le da la espalda. La película es un barreno de profundidad en los cimientos de la falta de fondos en la sociedad para los sectores más deprimidos.
Si todo esto no fuera suficiente, desde el punto de vista técnico esta película vale un potosí. Con una lentitud propia del cine del este de Europa, se va elaborando escenas y escenas con una fotografía e luminosidad notable cuando ello es preciso pero siendo ocre cuando ello estaba precisado por el guion. Joker, de igual manera, también gana en el guión. También es importante para agarrar al espectador y para subyugarlo el uso de una banda sonora excepcional que abusa de manera muy acertada de las cuerdas.
Era imposible sostener tanta presión hacia el espectador sin todos estos condimentos y ahí está la marmita mágica de Phillips para mezclarlo, un director que no conocíamos sino de sus películas humorísticas como Resacón en las Vegas (en sus diversas secuelas) y del remake de Starsky & Hutch.
En conclusión, en el paraíso de las grandes producciones, surge ésta con un presupuesto más que limitado para una superproducción, 55 millones de dólares, y deja a la altura del betún algunas de las películas del género. Además, y esto es un valor en nuestros momentos, es conclusiva, suponemos que no va a haber una saga de Joker.
Hay algún que otro aspecto que nos gustaría señalar como añadidura. Esta película se sitúa de manera más que honrosa al lado -y si no, en algunos aspectos supera- al reconocido trabajo de Christopher Nolan con la famosa trilogía de Batman, protagonizada por el inolvidable Christian Bale. El mensaje que nos quiere dar la película tiene que ver con la posibilidad de convertirse en Joker. Llegar a ese pozo es algo que está al alcance de todo el mundo, no es una situación lejana e imposible. Basta con estar enfermo, necesitar una medicación, que fallen los resortes económicos de estructura social de una sociedad de derecho.
«Lo peor de tener una enfermedad mental es que la gente espera que actúes como si no la tuvieras» Joker.
Foto: Promocional.