Un año más arrasó el esperado Festival Internacional Flamenco Romí que en esta ocasión adoptaba el apelativo de Ciudad de La Laguna y el subrayado Amanecer eterno, después de cierta espera dado el desierto que supuso 2020. 5 minutos después del horario previsto, se apagaban las luces del Teatro Leal y empezaba el deleite para los espectadores que de manera muy sanitariamente aceptable esperaban ansiosos el chute de esperanza flamenca.
En este año 2021 el Festival ha vuelto a querer volar con el flamenco como extraordinario pretexto. Sin ir más lejos, el primer plato que ofrecía el evento tuvo que ver con la actuación de Öykü Gürman y Berk Gürman, hermanos turcos, que adaptaron de manera muy conveniente canciones de su propio origen a diferentes palos del flamenco. Esta ración de originalidad fue verdaderamente interesante e hizo al público hipnotizarse con el ritmo y con las coplas que en su mayoría no entendían. Tanto Öykü, cante, como Berk, cante y guitarra, dieron una lección de placer musical. Éste último se dirigió al público con un excelente castellano e indició en el hecho de que la cuarentena desarrollada por culpa de la pandemia había despertado en él la necesidad de expresarse mediante el arte. El tiempo estaba medido para que todos tuvieran su parte de escenario, no obstante, Berk Gürman cedió a la tentación y nos regaló una pieza a capela que valió cada segundo de su precioso recorrido.
Pero esto sólo fue el inicio de una noche llena de alegrías y felicidad. La música se iba haciendo protagonista y saltaba al escenario de la bombonera lagunera nada más que la sorpresa del día: Marina Reyes. Con tan sólo 14 años ¡Ojo, 14! y música que le corre por las venas, Reyes dejó con un palmo de narices a la concurrencia y al público asistente. Fue un placer ver la maestría con la que clavó sus dos canciones, dos intervenciones que dejaron ganas de más. Especialmente redonda sonó su versión de Los Cuatro Muleros con algún toque afortunado de otro de los mágicos invitados de la noche, Jorge Pardo. A la guitarra, “el perla”, instrumentista rubio de larga melena, y Juan Reyes “el pollo”, padre de Marina, ya nos estaban regalando momentos atesorables, oro sónico con precisión artera, con ritmo inquebrantable.
Ningún tablao flamenco está vestido para la ocasión si falta el baile. Y, en este sentido, el tablao lagunero no iba a ser una excepción. Fue el momento también de brillo de Marina Valiente con cuerpo de voces al compás, arrebatador. Era imposible no disfrutar con todo el repertorio y con la clase que estaban demostrando en la cita del sábado.
Algún guiño lanzaba desde los telares del teatro una de las protagonistas indiscutibles de la gala: Remedios Amaya. Y es que el huracán era demasiado grande como para encerrarlo entre bambalinas. Amaya amenazaba con salir hasta cuando no le tocaba. A golpe de algún que otro “mentolín” se había quitado la carraspera y la alegría de la música no le dejaba parar. Desde el comienzo de su actuación dejó claro que era y sigue siendo genio y figura. Su luminoso traje azul encandilaba a base de brillos a la concurrencia y dejaba con su voz un rastro de genialidad inalcanzable. Tras ciertos piropos procedimentales a las autoridades presentes –casi todo el gobierno municipal y alguna parte de la Comunidad Autónoma-, seguía cantando como si la microfonía no fuera con ella. Ni falta que hacía. Y ¡ojo! –otra vez- que después del inicio la “Camarona”, también así llamada, se ponía a la faena descalzándose.
Y ahí no se paró, con la combinación mágica de Jorge Pardo a la flauta, con imágenes y palabras de aprecio mutuo entre el instrumentista y la cantaora, no había descanso posible. Ni necesidad, en verdad lo digo, de micros y amplificación. Esa es, probablemente, uno de los momentos mágicos del flamenco que no se puede atrapar de manera grabada. Éste es uno de los estilos musicales que ay que ir a disfrutar en vivo, en puro directo. Ni un fallo, ni una nota por debajo, ni un gallo. Todo era perfección. Después de un disfrutable bis, ya sólo faltaba el breve discurso tradicional de José Heredia, el organizador y estaba casi todo ¡Fiesta final! Ronda que protagonizaron la pareja turca, Marina Reyes, Marina Valiente y como no, fantástica de nuevo, la Camarona ¡Buen ganado sobrenombre!
Con ese último pasacalle y ese coro, los participantes del concierto decidían dar las buenas noches y nos íbamos con el gusto adecuado de “volver”, con la intención de comprar lo antes posible la entrada del año 2022 en donde esperamos estar más juntos y que por favor quepa más gente en el Teatro Leal como en aquella añorada normalidad normal.
Por último, pero no menos importante, desde Canción a quemarropa queremos agradecer el trabajo de José Heredia Santiago y de la Asociación Romí Kamela Nakear por dejar el flamenco negro sobre blanco. Por apostar desde el respeto a la tradición tan en boga en el flamenco a la fusión de otros estilos. Por empezar a viajar en ese vasto mundo y en esa sensación de mezcla entre otros ambientes. No hay que olvidar que primero viajó la música, desde Asia hasta nuestros parajes ¡Olé el Festival Internacional Flamenco Romí!
¡Me camelan!
Fotos: Promocionales Cultura La Laguna.