Darren Aronofsky vuelve al redil cinematográfico con The Whale, después de la publicación de películas como El Cisne Negro, La Fuente de la Vida, Pi, fe en el caos, o incluso la un tanto olvidada El Luchador, con un Micky Rourke inolvidable. Aronofsky no es un cineasta cualquiera y The Whale tampoco es una película al uso. Pero, ¿De qué va realmente la ballena? Hay mucha tela que cortar.
Aronofsky se rodea de un escenario escueto y también de un reparto igualmente pequeño en número para contar una gran historia. ¿Un drama? Quizás tenga tintes dramáticos pero supone más bien el terror de plantar un espejo en frente del espectador y que las taras y las enfermedades de esta insoportable levedad del ser fuera la protagonista.
El director vuelve a recuperar algo a lo que nos tenía acostumbrado. Un excelente grano de la pantalla y unos tonos grisáceos, azules y tristes que domina como nadie. Ha depurado incluso de manera excelente técnica que nos enseñó en aquella maravilla que es el Luchador. Este creador juega con la luz -importantísima en el film-, con la humedad, con un tórrido ambiente y con el sonido. Con todos los elementos que es algo que hace único el resultado final.
¿Y el reparto? Se asienta, naturalmente, en Brendan Fraser que demuestra ser más que ese héroe de acción típico que ya vimos en los finales de los años 90 y principios de los 2000. Fraser está magistral y si hubiera justicia se haría con todos los premios habidos y por haber. Pero es que encima Fraser no está solo. Tiene excelentes momentos de monólogo pero sin embargo el pequeño casting le hace una excelente cama donde recostarse y degustarse ¡Qué nivel el de Sadie Sina, Hong Chau, Ty Simpkins, Samantha Morton y compañía! Los diálogos van del amor más auténtico, del interés y, entre otras cosas, hasta del dinero. De modo tal, que la supuesta película de una persona mórbidamente obesa no es del todo de esta guisa, sino también un buceo en lo más oscuro de las diferentes almas y sensibilidades. En la coctelera del personaje hay una combinación de nihilismo, autolesión, depresión y por supuesto religión. Aquí todo el mundo se lleva su palo y no hay muchas zanahorias para repartir. De hecho, en eso está especializado el gran Darren.
Otro tanto se puede decir del formato recortado de la película. En algunas ocasiones hemos señalado, con respecto a otros productos de cine, que raramente se justifica el uso de medidas ya obsoletas y en desuso, como por ejemplo el 3:4. Pero es que The Whale es una extraordinaria excepción, como por ejemplo lo fue El Faro, no hace tanto. La ballena es enorme y tiene que agobiar y ese recorte de márgenes cumple de largo su función. Aplastando la imagen de manera lateral, la película asfixia. Te sientes un poco como el personaje de Fraser (Charlie).
¿Y los debates que crea? No es baladí que la película dé que pensar y de charlar. The Whale puede ser el comienzo y el fin de cualquier tipo de cháchara con respecto a muchos temas. Por ejemplo, la eutanasia. El derecho a fallecer, la catarsis, el querer transcender, la crítica a la cobertura social de los americanos. En este último caso, se nombra dos veces o tres en la televisión al Presidente Trump, por algo será. Pero es que encima cada rincón del guion pone la lupa en cuestiones muy particulares como el uso de las drogas, la misma religión, la homosexualidad, el arrinconamiento de gente atrapada en su imagen pública.
Aronofsky se vuelve a lucir, encima con un símil que mal llevado podía parecer evidente que es con la novela juvenil Moby Dick. No hay que ser muy listo para saber a lo que cualquiera se refería. Pero es que encima Darren hace un gesto fácil que demuestra ser al final magistral. Una comparativa que va a entender todo el mundo y que muestra el lugar de confortabilidad del personaje, y hasta aquí podemos leer.
Además, otro de los aciertos de la película reside en el metraje. Estamos lamentablemente acostumbrados a duraciones que exceden las dos horas y media e incluso tres horas que hacen de cualquier guion una odisea que en ocasiones parece intragable. Pero es que Darren es muy listo y sabe que hay que cautivar al espectador con una buena historia, con asuntos no llanos y midiendo poco a poco y con intriga la paciencia de cualquiera que vaya a la butaca de un cine.
Samuel D. Hunter creó con la ballena una obra de teatro y Aronofsky la plasma y la traslada a la gran pantalla de manera excelente. He ahí otro fuerte. Somos especialmente fans de las películas que lo cuentan todo en cuatro paredes. Ahí estuvo Doce hombres sin piedad de Sidney Lumet o Un dios salvaje de Roman Polansky. Es esa liga de películas que se asienta en un buen guion. Lo que decimos siempre… en lo más barato, el lápiz y el papel, está la fuerza.
En serio que Darren lo ha vuelto a hacer, nos ha vuelto a convencer. Nos preciamos de ver una gran cantidad de cine, a veces entre dos o tres nuevas películas cada semana. No nos da el tiempo tampoco para mucho más. Y The Whale ha sido nuestra película favorita de 2022 que por razones que se nos escapan no ha salido en el año natural sino que ha habido que esperar a verla a 2023. Darren Aronofsky es un lujo que no debería tener problemas para trabajar y que no es la primera vez que nos hace vibrar en una sala de cine. Estoy deseando volver a verla, el revisionado es -digamos – casi obligado.
Hubo quien me comentó sobre el film que igual está algo sobre musicalizado para emocionar. Y creo que no se puede atribuir al filme tal efectismo. Creo que el director también usa todos los amarres que puede a la butaca y de hecho considero que está bastante bien secuenciado y bastante bien llevado.
A muchos dejó algo dubitativos su anterior Madre!, una película un poco críptica que era también una crítica existencial. A todos aquellos le recomendamos que le vuelvan a dar una oportunidad a este artesano y su guante de seda. Su capacidad de filmar, narrar y cortar -editar- lo filmado. Sólo cabe exclamar Chapeau! No se puede hacer más con menos escenarios y menos actores.