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Buscad la belleza: es la única protesta que merece la pena en este asqueroso mundo. Así acababa todos los días su inolvidable programa el también inolvidable Ramón Trecet. Meterme en la cabeza de Moisés P. Sánchez es complicado, pero me imagino que esta idea le rondaba la cabeza cuando intentaba traducir los no colores del cuadro de Picasso a colores musicales. Después de ver lo que vimos el sábado en el Espacio Cultural Cajacanarias, no hay duda de que lo ha conseguido. Extraer belleza del horror está sólo en manos de algunos privilegiados y el pianista madrileño es uno de ellos.
La propuesta escénica no sé si clasificarla de arriesgada, original o genialidad: Piano más sexteto de cuerda más un músico rodeado de ordenadores, tablets y demás cacharros electrónicos. Una escenografía parca en luces y con la obra del genio malagueño en el telón. El hecho es que todo el montaje funcionó a la perfección desde el minuto cero.
La obra en sí es una fantasía en cinco movimientos: Prelude, Ad tenebrae , Noise, Ad timorem y Hope. En prelude y Ad tenebrae, vimos la primera cadena de coincidencias, que, imagino que inspiró a Moisés en la composición: los aires a Manuel de Falla del piano y quinteto no pueden ser producto del azar. De hecho, Picasso y Falla colaboraron en varias ocasiones. En cada uno de los movimientos “clásicos” siempre aparecía el componente jazzístico, que siempre coincidía con el momento en el que el contrabajista Pablo Martín Caminero soltaba el arco del contrabajo y el músico electrónico Javier Martín Balsa ponía la electrónica en modo caja de ritmos.
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En Noise, Javier Martín recreó el bombardeo con Moisés en discreto segundo plano. Atmósfera terrorífica incrementada por los efectos de luz y, de nuevo, belleza en el horror.
Los dos últimos movimientos son una sucesión de momentos de belleza extrema en los que el piano y el quinteto de cuerda, en el que destaca la finísima violista Rocío Gómez te transportan del miedo a la esperanza. Los referentes del pianista madrileño desfilan una por una con total naturalidad, que nos hace pensar que Lyle Mays sigue vivo y que Esbjorn Svenson no murió en aquel fatal día de buceo.
En resumen: una obra genial y un concierto memorable, que incomprensiblemente, no llenó el auditorio. No podemos evitar hacernos la pregunta ¿Qué puede fallar en estos casos? ¿Quizás falta que la gente se entere de estos actos de manera eficaz? ¿Quizás hay demasiada presión de eventos en la zona metropolitana de Tenerife? Seguro que hay más factores. Desde luego, deberíamos considerar el debate. Me niego a pensar que seamos tan pocos los interesados en ver un espectáculo musical de este nivel.
Sábado 30 de septiembre, Moisés P. Sánchez en Fundación Cultural CajaCanarias
20:00 h.
Foto: promocional proporcionadas por Fundación Cultural CajaCanarias
Texto: Luis Borja González