Por fin nos acercábamos al cine para disfrutar de la desbordante imaginación de Yorgos Lanthimos y de su nueva cinta, Poor things, Pobres criaturas. Yorgos Lanthimos venía precedido de diversos éxitos como por ejemplo Langosta o La Favorita y queríamos ver como encajaría una nueva historia, una nueva odisea. A Lanthimos también le honra tener un sello personal, muy marcado y es algo que le honra, que lleva el sello de algo propio en un mercado que está saturado de ideas excesivamente prefabricadas.
Aún cuando la idea de la cinta tampoco es tan original como nos la quieren pintar y se reconoce en la misma pantalla como tributaria de muchos trabajos anteriores. Visualmente nos recuerda en ocasiones a la Amelie del francés Jean-Pierre Jeunet, con esos colores vivos y el uso del ojo de pez.
En general, en consecuencia, lo mejor que se puede decir de la película es que no forma parte de algo superior, ni de una saga ni de una estrategia para seguir vendiendo y que es original aunque aposentada en la literatura y en un cuento de liberación. Factores todos éstos que suelen echarse de menos.
Poor things es una suerte de Prometeo Moderna, un ser injertado que vuelve a la vida. Una mujer que es regresada a la vida de entre la muerte gracias a la intervención de un Doctor muy particular (Willem Dafoe). Entre el blanco y negro y el colorismo a veces surreal, lo mejor que se puede hacer con esta cinta es tirarse por el tobogán de las emociones y dejarse mecer.
Uno de los fuertes de la película es la cantidad de escenarios locos y un maravilloso reparto. El espectador empatiza casi forzosamente con el personaje de Emma Stone (Bella Baxter) que viaja a través de su ingenuidad más que infantil por el amor, el sexo desbordante y su forma de filosofar la vida. Baxter va poco a poco viviendo aventuras en su Odisea particular, viaja lo que le habían negado en casa ¡Los celos de un tutor y su prometido! El miedo de éstos a la propia vida. A que la vida a ras de calle arranque la virginal experiencia infantil de nuestra protagonista. En ese sentido Baxter se revela, se decide a ver mundo y lo va a hacer -por lo menos en primera instancia- en las manos de un rufián.
Y qué decir de William Dafoe. Es otra de las columnas de la película. El guion descansa en intérpretes que se creen su papel por disparatados que sean a priori. Es como cuando nos dijeron que había un Superman y con calzoncillos y una capa nos creemos que ese personaje vuela. Hay que ser muy buen actor para encarnarse de manera fiel en un papel de esta guisa.
A este dueto le añade también intensidad tanto Mark Ruffalo como Ramy Youssef, siendo contrapunto necesario e interesante.
La banda sonora es adecuada, acompañando a la imaginación que propone el director desde el punto de vista visual. El color es tan protagonista que es verdaderamente protagonista en el film otorgando un velo de ensueño. Es como si Yorgos Lanthimos quisiera sumergirnos en un cuento y claro, lo suyo es no resistirse a tal tentación.
El viaje, la odisea de Baxter, es a ciudades de nombres reales pero de deconstrucción surrealista. De esta manera se va desde Lisboa a Alexandría como una suerte de sueño, de ciudades imposibles y de barcos igualmente propios de una ensoñación. Baxter va también realizando sus propias retos de andar por casa y también descubriendo que quien le ofrece buen sexo no tiene porque reírle las gracias en otros campos. Es la pérdida de ingenuidad de un personaje, el culmen del trabajo.
Lanthimos usa el gran angular sin descaro y como sello personal, como si le pagaran por llevarlo en la cámara. Le va bien para acuñar su propia forma. En ocasiones, en las transiciones se ve forzado a pasar de manera abrupta a la composición de imagen normal pero da una sensación de sueño particularmente lograda. Hay también periodos en blanco y negro, de la negación de la protagonista al exterior, que son verdaderamente deliciosos.
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. El guion y por ende la película se recrea a nuestro juicio de manera innecesaria en un prostíbulo. Tiene el sexo desaforado que también logra nuestra excitante protagonista y hubiéramos preferido que fuera más sutil también en este campo, no sólo el gramo pseudoporno que tenía que ser administrado. Porque además, en muchas ocasiones es mejor sugerir que mostrar de cabo a llano. No es que nos vayamos a espantar a las primeras de cambio y que , en realidad, convendremos que todo está visto. Pero es que Lanthimos ya habría sorprendido sin las posiciones sexuales de marras. Ahí faltó sutileza.
Quizás la película deja gran parte del desenlace para la parte final y puede considerarse algo precipitado, otro debe del film. Hay una cantidad enorme de acontecimientos en el sprint final que se ve desembocando en un epílogo adecuado y original, imaginativo como el resto de la película. No obstante, el metraje es digno y entretiene casi en todo momento, con excepción hecha de lo mentado con respecto a algunas partes que se hacen un punto reiterativas. Es a lo mejor el sino del Hollywood actual ¡Quién sabe!
En definitiva, Lanthimos vuelve por sus fueros, con su sello personal, con una historia original, con su sello artístico y eso es algo de agradecer. Viene acompañado de una Crew de artistas de sensación, que le sostiene también la historia. Bastante recomendable.