El historietista Felipe Borrallo, defiende que la movida madrileña en realidad comenzó antes en Barcelona y luego se desplazó a la capital del España, “aunque ellos creen lo contrario” pero jamás surgieron discrepancias y según asegura, “íbamos juntos” a la hora de buscar un nuevo modelo de sociedad. “La única diferencia era que unos se dedicaban más a la música y nosotros más a los fanzines y a los cómics pero estábamos en los mismos lugares, hacíamos la ruta de la noche habitual…”.
Uno de los pilares fundamentales de este movimiento contracultural fue El Víbora y como cita que la lucha LGTB se inició también en Barcelona con personajes como el dibujante Nazario, el artista Ocaña y sus famosos paseos por las ramblas travestidos y defendiendo que no eran ningunos enfermos. Borrallo ocupa un lugar destacado en el mundo del cómic por haber sido el autor del personaje Makoki, un enfermo mental recién escapado de un frenopático con tanta prisa que no le dio tiempo ni de quitarse el casco y los cables con los que estaba siendo sometido a un electroshock.
El autor nació en Badajoz en 1947, primero marchó a estudiar a Madrid y a continuación llegó a la Barcelona de 1967, ciudad que lo atrapó y en la que sigue viviendo a sus 75 años. Es defensor del consumo racional de ciertas drogas y fundador del primer Salón del Cómic de Barcelona pero él se confiesa sobretodo un lector y por eso estuvo al frente de la librería Makoki durante cuatro décadas. Makoki surgió cuando regresaba de Perpiñán junto con sus amigos los historietistas Gallardo y Mediavilla “y se me ocurrió el personaje de alguien encerrado en un frenopático que se escapa con el casco puesto, cables incluidos. Inventé el personaje y lo escribí en una revista que se llamaba La Claraboya, luego en el 77 monté la librería Makoki y otros se ocuparon del tebeo que tuvo mucha repercusión”.
Felipe Borrallo indica que todo el mundo ha reconocido siempre que se hizo un buen trabajo y era un buen personaje pero los autores se cansaron “y empezó el mal rollo de finales de los ochenta con la heroína. El resultado es que me quedé yo solo haciendo la segunda época de la revista Makoki que acabó también malamente por culpa de los problemas con la censura y los juicios que tuvimos”.
Luego tras las olimpiadas del 92 desaparecieron las revistas y sólo quedó El Víbora y Cimoc y comenzó a implantarse el manga porque resultaba diez veces más barato que pagar a los autores de entonces.