Redaccion 
Parece que fue ayer pero ha llovido y mucho desde que probablemente en 1994 haya escuchado por primera vez al protagonista de nuestra historia de verano de hoy que no es otro que Kim Bendix Petersen también conocido bajo su sobrenombre de guerra en el mundo del metal, King Diamond. Este gran danés produjo un importante shock en mi persona cuando mi primo Ramón reproducía en su equipo el primer tema de su álbum -en formato vinilo- Conspiracy producido y editado en el año 1989 y puesto en la venta -entonces sí había venta en el mercado de la música- a través del sello americano Roadrunner Records.
Poco a poco y por las publicaciones de la época nos íbamos poniendo al día con lo que los jóvenes de esta época llama “lore”, es decir la biografía del personaje y su andamiaje no sólo en su carrera en solitario sino con Mercyful Fate. Los órganos, las guitarras afiladas y por supuesto una rara forma de concebir el arte de un vocalista adornaba una historia formal de terror, de horror, de casas encantadas y nosotros como si fuera nuestro cómic de cabecera, emocionados al conocer a Missy, a “Them”, la casa, el cementerio y todo lo que nos propinaban. Horror rock del que King era rey y casi único protagonista.
Con la velocidad de un caracol íbamos ahorrando dinero para tener por lo menos uno de sus discos anteriores cada mes o cada dos meses, quizás cada tres. Las historias se entrelazaban con su particulares álbumes de los Fate y contábamos ya con algunas críticas escritas de lo espectacular de sus directos y la leve intuición de participar como público en algunas de esas citas. La intuición se quedaba en eso sobre todo cuando uno hacía cifras con el poco acaudalado tesoro de un estudiante.
Pero el tiempo pasaba y aún con el radar puesto en otras músicas iba teniendo todavía algunas pistas del estilo de niñez y juventud, el metal. King Diamond seguía siendo una constancia mientras se entrelazaba a Silvio Rodríguez a Pablo Milanés, a la ELO, a Miles Davis y probablemente también a Pink Floyd y a Jethro Tull.
Y tuve que llegar casi a la senectud, pasando la frontera de mi cuarta década para poder ver al rey en directo y será de difícil olvido. Fue el pasado 26 de junio y se produjo en el festival Rock Imperium celebrado en la localidad de Cartagena, región de Murcia.
Las huestes de King Diamond se presentó con la banda habitual y que está celebrando una gira europea sencillamente apoteósica. Además del frontman y cantante, a la derecha, su fiel escudero durante todos estos años, Andy Laroque, Mike Wead -otrora con Mercyful Fate- complementaban las nóminas de guitarras, y además Pontus Egberg al bajo, Hel Pyre (alter ego de Elina Papadogianni) a las teclas y a la voz de refuerzo de King, y Matt Thomson a la batería. Especialmente reseñable el trabajo de la actriz Jodi Cachia que jugaba con el mismo frontman de manera cordial con la escenografía que fue verdaderamente especial y espectacular.
Estábamos disfrutando en el anteriormente mentado Festival de los australianos Airbourne cuando uno no podía evitar echarle un vistazo al otro y contiguo escenario. Ahí blandían un telón enorme que rezaba King Diamond. La oscuridad gradualmente se iba adueñando del paisaje y no había duda, se iba aproximando el momento de nuestra toma en consideración con el Rey.
Pasados unos minutos del momento previsto caía el telón y entrábamos en el manicomio propuesto, Saint Lucifer Hospital 1990, y nuestro gusto fue completo. Desde la intro visiblemente pregrabada al último instante de la cita. Iban cayendo canciones de su trabajo en solitario -antiguos y modernos himnos- que coreábamos y conocíamos. Arrival, Helloween, Voodoo, del disco homónimo de 1999, la nueva Spider Lilly y cita con “Conspiracy” y su single de la epoca, Sleepless Nights. También es especialmente reseñable el sonido que consiguieron en The Eye of the Witch o The Trial. 10 de 10.
Tanto tiempo después, el Rey Diamante hacía posesión de lo que le pertenecía. El pequeño corazón heavy de cualquiera que se acercada con décadas de seguimiento (o casi) fiel.
Algunos se retiraban después de una breve toma de contacto con el rector de la autoridad hospitalaria ya que no comprendían el raro arte de Petersen. No conocían las canciones y su extraña bis teatral. No obstante, nosotros queríamos postergar el contacto y la delicia pero nuestro gozo en un pozo, la oportunidad la brindaban calva y tendríamos que volver a la mundanal realidad. Ya habrá alguna otra vez para disfrutar de su ciencia y mística -probablemente con Mercyful Fate- pero en esta ocasión la hora del concierto se pasaba y nuestras ganas no descendían. Nos dejaba con una sabia sensación de ganas de más ¡Hasta otra, King Diamond!
Texto: Héctor Martín
Foto: Canción a quemarropa
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