El próximo 12 de febrero de 2006 se cumplirán veintidós años de la muerte (de leucemia) del gran genio argentino Julio Cortázar. Desde la línea de respeto que profesamos en C.A.Q. hacia su persona queremos dedicarles a todos nuestros cyber lectores el famoso capítulo sesenta y ocho de Rayuela (1963), libro esencial dentro de la lectura universal. Queremos aprovechar la ocasión para recomendar que adquieran de cualquier modo la entrevista realizada en el programa «A fondo» de 1977 por Joaquín Soler Serrano y que emitió Televisión española. Este espacio televisivo se ha digitalizado y es de una altura intelectual enorme. «Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpaso en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.»